El calentamiento global sigue en aumento, impulsado por el cambio climático. En la última década, el consumo energético de diversos sectores ha provocado un incremento de más de 1.1 °C en la temperatura global, en comparación con los niveles preindustriales. En el Ártico, este aumento ha sido más del doble.
Ahora bien, surge una pregunta clave: ¿de dónde proviene tanto dióxido de carbono? La mayor parte de la energía mundial se produce a través de la quema de gas. Nuestro país enfrenta actualmente una escasez de este recurso no renovable debido al rápido agotamiento de sus reservas.
Colombia contaba en 2010 con reservas de gas para aproximadamente 14 años, pero ahora quedan menos de 6 años, lo que representa una disminución del 55 %, según datos del Centro Regional de Estudios Energéticos. Esta situación se ve agravada por la falta de inversión en el sector.
Los siete países principales emisores (China, Estados Unidos, India, la Unión Europea, Indonesia, la Federación Rusa y Brasil) representan aproximadamente la mitad de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y el G20 es responsable de alrededor del 75 %. Por ello la primera medida urgente es conseguir que todos estos países tengan el mismo objetivo de recorte de emisiones. “Sin eso no se conseguirá una reducción real y efectiva”, advierte Roberto Álvarez, director de la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad Nebrija.
Es necesaria una transición hacia fuentes de energía renovables es necesaria y la adopción de tecnologías ya disponibles para descarbonizar las economías, con el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono para 2050.
Consecuencias actuales
Álvarez recuerda que los efectos del cambio climático te traducen en fenómenos meteorológicos extremos, un aumento en enfermedades relacionadas con el calor e incendios forestales más frecuentes. El aumento de las lluvias extremas y las inundaciones pone en riesgo la seguridad y el bienestar de millones de personas. Además, el experto recuerda que la escasez de agua y el creciente riesgo de sequías agrícolas amenazan tanto la producción de alimentos como la biodiversidad.
El impacto del cambio climático en la calidad de vida es evidente, afectando especialmente a las comunidades más vulnerables de manera directa e indirecta, porque la crisis energética “influye en el aumento de la desigualdad social, al empobrecimiento y además socava el acceso a la atención de salud -advierte Álvarez-. Estos riesgos afectan de forma desproporcionada a las personas más vulnerables, como las mujeres, los niños, las minorías étnicas, las poblaciones de edad avanzada y las personas con problemas de salud crónica”.
Oportunidades
A pesar de los desafíos, la crisis energética también abre puertas a la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías. Esta transición no solo modernizará el sector energético, sino que también generará empleos en un mercado que demandará profesionales capacitados.
“La educación y la concientización son fundamentales en la búsqueda de soluciones efectivas. Iniciativas como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) subrayan la necesidad de fomentar una cultura de cuidado del clima desde la infancia, promoviendo una alfabetización ambiental que sensibilice a las futuras generaciones”, afirma el director de la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad Nebrija. Las instituciones educativas desempeñan un papel crucial en la formación de profesionales capaces de enfrentar estos desafíos. Preparar a los miembros de la comunidad académica para ofrecer soluciones sostenibles es clave para abordar los problemas actuales y futuros.