Gente. Susana, la bióloga que defiende los bosques a través de sus sonidos | El Nuevo Siglo
LA ECOACÚSTICA tiene el potencial de proporcionar evaluaciones rápidas de biodiversidad, evitando costosas salidas de campo, explica la bióloga Susana Rodríguez Buriticá. /Fotos Felipe Villegas
Viernes, 17 de Noviembre de 2023
Redacción Medio Ambiente

ES UNA apasionada de los datos y afirma que lo suyo es el análisis cuantitativo. No deja de sorprenderle la cantidad de información que arroja la puesta en marcha una de las técnicas de monitoreo de la biodiversidad más versátiles: la ecoacústica.

“Ver la emoción de los investigadores luego de escuchar un zumbido, un canto o un chillido de una especie que llevaban estudiando por un largo tiempo, es muy emocionante”, asegura Susana Rodríguez Buriticá, bióloga de la Universidad Nacional y quien actualmente es investigadora del Centro Estudios Socioecológicos y Cambio Global del Instituto Humboldt.

Además, es máster en estadística aplicada de la Universidad Estatal de Ohio y posdoctora en ecología y biología evolutiva de las Universidades de California, Berkeley y Arizona en Estados Unidos, en especial sobre sobre los avances y el estado de la ecoacústica en Colombia.

Señala que la relación que tienen los sonidos, la biodiversidad y la conservación radica en que “su combinación da vida a lo que se conoce como ecoacústica, una disciplina que estudia la relación entre los sonidos, los seres vivos y su ambiente. Es una herramienta poderosa para estudiar patrones de diversidad con métodos no invasivos que también puede aplicarse para estimar el grado de intervención de un ecosistema”.

Explica la investigadora del Centro Estudios Socioecológicos y Cambio Global del Instituto Humboldt que “las señales acústicas son una de las formas de comunicación más importante en la fauna, que incluso sirven para la ubicación espacial de individuos y sus presas”.

Añade que “el estudio de las señales acústicas fortalece los campos de investigación en ecología, comportamiento, identificación taxonómica, uso de hábitat e incluso el efecto de las actividades humanas sobre diferentes especies animales. Además, es una herramienta para la cuantificación y monitoreo de la biodiversidad”.

Cuenta Susana que “los grupos taxonómicos más estudiados han sido las aves con un 36,4% y los anfibios con 35%. La mayoría de los trabajos registrados se concentran en la región Andina”.

“Las señales acústicas han evolucionado en diversos grupos de animales donde cumplen diferentes funciones como defender el territorio, alertar sobre la presencia de depredadores, mantener la cohesión de los grupos mixtos, atraer la atención de una posible pareja e incluso localizar a los individuos y detectar a las presas”, relata la experta a Parlotiando con el Humboldt.

 

Primer contacto

Recuerda Susana que su primer contacto con la ecoacústica fue “después de 13 años de estudio en Estados Unidos volví a dirigir la Fundación Biodiversa Colombia. Aunque la fundación era pequeña teníamos la gran aspiración de conservar los bosques del Magdalena medio, una de las áreas más degradadas del país”.

Agrega que “lo cierto es que allí es particularmente difícil monitorear las especies con métodos tradicionales, especialmente las que están en riesgo de extinción como el paujil de pico azul. Para ese momento nos dimos cuenta de que la ecoacústica podría llegar a ser la salida, dado que en época de reproducción el paujil macho atrae a las hembras con una serie de sonidos audibles característicos. La investigación científica siempre nos invitará a probar nuevos métodos”.

Indica que “durante los últimos 20 años se ha visto un incremento acelerado en el estudio de los sonidos de la naturaleza. Esto se debe a la disponibilidad de equipos de grabación, herramientas de almacenamiento y análisis de datos, además del desarrollo de un sólido marco teórico que crece día a día”.

“Los estudios de los sonidos de la naturaleza son cada día una herramienta más útil para entender los ecosistemas y las especies que los conforman, desde la bioacústica, enfocada en el estudio de los sonidos producidos por las especies, hasta la ecología del paisaje sonoro, como una rama de la ecología del paisaje”, sostiene.

Sobre la puesta en marcha de la ecoacústica en Colombia dice Susana que “es un estudio que ha avanzado mucho. Cada vez son más los científicos comprometidos en incorporar la ecoacústica en sus investigaciones. Si bien es una herramienta muy útil, debemos mejorar la técnica en relación con el almacenamiento y procesamiento de datos”.

“Ahora bien, el Instituto Humboldt ha mantenido y enriquecido la Colección de Sonidos Ambientales Mauricio Álvarez Rebolledo que alberga ahora más de 22.000 grabaciones de audio, registradas en todos los rincones de Colombia y las cuales son una parte fundamental del patrimonio nacional”, manifiesta.

Añade que “alrededor de esta colección y del creciente interés mundial en estudiar los sonidos de la naturaleza, surgió la Red Ecoacústica de Colombia, que reúne a investigadores de numerosas instituciones. Los retos son enormes, pero vamos por buen camino”.

Acerca del futuro de la ecoacústica en el país dice que “si bien no tenemos el flujo de recursos que pueden tener Estados Unidos y Europa, tenemos algo que ellos no poseen: megadiversidad. Esto nos impone una serie de preguntas que solo nosotros podemos responder.

Tenemos un país que ha tenido una historia de transformación muy interesante, al lograr contar con el 50% del territorio conservado. Es una oportunidad de exploración invaluable. Somos un país de montañas, es decir, contamos con una heterogeneidad inmensa y, por tanto, gran variedad de ecosistemas. Por todo esto podemos competir en términos de innovación en formulación de grandes preguntas”.

Referido a si es posible a través de la ecoacústica conocer el estado de conservación de los bosques, señala que “es posible clasificar los bosques o coberturas vegetales de acuerdo con sus sonidos. Recientemente venimos trabajando en un estudio de paisajes sonoros intentando responder preguntas relacionadas con la degradación del bosque. Como todos sabemos, a través de los satélites es posible detectar cuando un bosque desaparece, pero no nos dice necesariamente que pasa antes de que se pierda. Es decir, no da cuenta de los procesos de degradación”.

Comparte Susana que “por ejemplo, es interesante ver el fenómeno de lo que llamamos bosques vacíos o silenciosos en donde se puede ver cobertura boscosa con una diversidad biológica muy empobrecida. Entonces, tenemos una historia de degradación que no está siendo registrada y que termina siendo determinante a la hora de poner en marcha estrategias de conservación”.

“Podemos anticipar la desaparición del bosque si detectamos en donde se está degradando; la ecoacústica puede contribuir con eso. Por ejemplo, ayuda a detectar los focos de deforestación, pues el sonido de una motosierra es característico y se puede llegar a diseñar un esquema de monitoreo para detectar rápidamente en dónde se están cortando los árboles”, asevera.

Explica que “desde el Instituto Humboldt venimos estudiando fuertemente el bosque seco tropical, uno de los ecosistemas más amenazados. En varias ocasiones hemos hecho muestreo acústico en donde estudiamos la correspondencia entre lo que es un bosque degradado y uno con buena condición ecológica. Pensábamos que llegaríamos a la obvia conclusión de que el paisaje sonoro de un bosque seco altamente degradado iba a estar en las mismas condiciones. Sin embargo, nos llevamos la sorpresa de que hay una gran diversidad aún en zonas degradadas. A veces damos por hecho que una zona degrada no tiene mayor diversidad biológica, pero debemos decir que guarda una cantidad de formas de vida y de información que no se está teniendo en cuenta”.