Cuatro cambios ministeriales en un mayo que todavía no termina. El primero, el de Alberto Carrasquilla en la cartera de Hacienda por cuenta de la polémica y ya retirada reforma tributaria. Luego sería la canciller Claudia Blum la que daría un inesperado paso al costado en medio de rumores sobre un desgaste muy alto y algunos desencuentros con la Casa de Nariño. Frente a lo primero, el presidente Iván Duque decidió pasar a José Manuel Restrepo de la cartera de Comercio a la de finanzas, encargándole de entrada la redacción de una nueva iniciativa impositiva, menos drástica pero con el mismo énfasis social. Y en cuanto a lo segundo, la designación recayó nada menos que en la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, que decidió aceptar ser la ministra de Relaciones Exteriores en momentos en que todo el país estaba pendiente de su inminente renuncia para ser candidata presidencial…
Pero las movidas no terminaron allí: para reemplazar a Restrepo en Comercio el jefe de Estado nombró a la ejecutiva Ximena Lombana, muy cercana a Cambio Radical, en tanto que -más sorpresivo aún- se anunció un relevo en la cartera de Cultura, de donde salió Felipe Buitrago (que apenas se había posesionado el 12 de enero pasado), para ser reemplazado por la abogada y presidenta de la Cámara de Comercio de Buenaventura, Angélica Mayolo…
Si bien en diciembre y enero pasados también se aplicaron sendos cambios en el gabinete, con la llegada de Daniel Palacios a la cartera del Interior (Alicia Arango fue enviada a la diplomacia), de Buitrago a Cultura (Carmen Vásquez es ahora embajadora en Uruguay) y de Diego Molano a Defensa (tras el fallecimiento de Carlos Holmes Trujillo), este nuevo remezón es muy distinto.
¿Por qué? Los movimientos de este mes en el gabinete tienen relación directa con el complicado clima social, político y de orden público generado por la ola de paros, marchas, bloqueos y el desborde violento de la protesta social que comenzó el pasado 28 de abril, creando uno de los momentos más difíciles para el gobierno Duque en sus dos años y veinte meses de mandato.
Primer remezón
De hecho, no deja de ser paradójico que el primer gran remezón que tuvo que aplicar Duque en su nómina ministerial también se dio como consecuencia de la afectación en la gobernabilidad por una ola de paros. Como se recuerda, a finales de 2019 se registró una escalada de marchas con picos altos de violencia e impacto a nivel nacional.
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Por ese entonces el Gobierno se encontraba visiblemente debilitado en su margen de acción política y legislativa. De hecho, al titular de Defensa, Guillermo Botero, le tocó renunciar antes de ser blanco de una moción de censura. Es más, ante el agitado clima social Duque convocó un diálogo nacional denominado entonces “Conversación Nacional” y movió el gabinete en busca de fortalecer su capacidad de maniobra política y partidista, incluyendo el trámite urgente de un proyecto de reforma tributaria, tras caerse en la Corte Constitucional la aprobada en diciembre de 2018.
Así, en noviembre de 2019 Trujillo, que estaba en la Cancillería, fue trasladado a la cartera de Defensa, y en su reemplazo se designó a Claudia Blum. Dos meses después, en febrero de 2020, Arango se trasladó de la cartera de Trabajo a la del Interior (en reemplazo de Nancy Patricia Gutiérrez). Todos estos cambios dentro de la esfera del uribismo. A la cartera laboral llegó entonces Ángel Custodio Cabrera, de La U. En Agricultura fue designado Rodolfo Zea, de claro origen conservador.
Luego, tras un acercamiento político con Cambio Radical, llegaría Fernando Ruiz en marzo a la cartera de Salud y, en mayo, Karen Abudinen pasaría de una consejería presidencial al Mintic.
Todos estos cambios en un periodo apenas de seis meses fueron entendidos como movidas en el ajedrez político por parte del presidente Duque con el fin de recuperar margen de acción en el Congreso y tratar de cerrar fisuras en la coalición. De allí la milimetría partidista en varias de las designaciones. Un asunto que era aún más urgente dado que el país estaba en plena emergencia por cuenta del arranque de la pandemia del covid-19, que desde la última semana de marzo obligó a adoptar las primeras cuarentenas.
Luego vendrían otros cambios, aunque estos sin tanto tamiz político. En julio pasado el entonces viceministro Julio Mesa pasó a ser titular de Minas y Energía, tras la renuncia de Sandra Suárez, en un relevo de típico carácter técnico. En octubre, Wilson Ruiz, de origen conservador, entró a Justicia, en reemplazo de Margarita Cabello que había renunciado en agosto tras ser ternada para la Procuraduría, en donde fue elegida. Ese mismo mes, Carlos Correa llegó a Ambiente luego de la dimisión (por razones de salud) de Ricardo Lozano.
Ajustes urgentes
Visto todo lo anterior, queda claro que los movimientos de este mayo en el gabinete no solo son la mayor cirugía a la nómina ministerial en un lapso tan corto, sino que todos tienen como telón de fondo reaccionar a la crisis creada por la ola de paros y protestas, así como sus múltiples consecuencias.
Restrepo (conservador) tiene un perfil más conciliador que el de Carrasquilla, que sin duda ya estaba muy desgastado luego de tramitar dos reformas tributarias (2018 y 2019) y equivocar la estrategia en esta tercera, que no tuvo una adecuada socialización ni consenso previo. Si se hubiera explicado mejor, sobre todo en su fuerte componente social, no le habría quedado tan fácil al Comité de Paro encender los ánimos de todo el país para forzar el retiro de la iniciativa y la renuncia del zar de las finanzas.
Es claro, igualmente, que la designación de Ramírez (candidata conservadora en 2018) en la Cancillería busca activar una estrategia de alto nivel, contundente y de choque para replicar la lectura negativa y claramente antigubernamental dejada por el eco externo de la ola de paros y las denuncias contra la actuación de la Fuerza Pública.
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Resulta evidente que a la Vicepresidenta le quedaba muy difícil renunciar en medio de una crisis social, política, sanitaria y económica tan complicada, por más que desde agosto de 2018 su nombre se diera como fijo para pelear por la sucesión presidencial en 2022.
Igual es obvio que detrás de la designación de Córdoba hay una clara intencionalidad política, puesto que ya Cambio Radical tiene dos cuotas en el gabinete y con esta se llegaría a la tercera. De allí que se especule que en la próxima semana vendrán otros cambios en la nómina ministerial, con el fin de equilibrar la representación de los partidos base de la coalición: Centro Democrático, La U, conservadores y las colectividades de origen religioso.
También es claro que la llegada de Mayolo y Córdoba al gabinete (que reemplazan a dos hombres) va en la dirección de equilibrar la paridad de género en la nómina ministerial, que tras los cambios de comienzo de año se rompió aún más, al punto que se interpusieron demandas contra el Gobierno por una presunta violación de la ley de cuotas.
Tampoco se puede dejar de lado que Mayolo llega en representación de las comunidades afrocolombianas y fue designada el viernes, precisamente cuando se celebraba el Día Nacional de la Afrocolombianidad.
¿Qué tanto servirán estos cambios en el gabinete para enfrentar esta difícil situación? Es complejo saberlo. Puede que se recupere margen de maniobra en el Congreso (aunque algunos partidos de la coalición siguen muy inquietos por la milimetría política en los ministerios), lo que podría ser clave para aprobar la nueva reforma tributaria. Pero lo cierto, como lo dijo un parlamentario a EL NUEVO SIGLO el viernes en la noche, es que “… el problema aquí no es la ecuación política ministerial sino la negociación con el Comité de Paro que quiere imponer una nueva agenda al Gobierno… Es allá en donde está el cuello de botella, no en la estrecha gobernabilidad del Congreso ni en la ambivalente relación con los partidos”.