No es fácil para los hombres de armas pasar a uso de buen retiro y colgar el uniforme. La vida militar es, sin duda alguna, una de las más rigurosas en cuanto a la mística del servicio, la rígida disciplina del día a día y los protocolos que a fuerza de seguirse año tras año en los más disímiles escenarios de la carrera castrense, se terminan volviendo una especie de ritmo vital del cual es muy complicado tomar distancia.
Sin embargo, los uniformados saben que llega el día en que deben dar un paso al costado ¿Qué pasa en esas primeras jornadas de civil? ¿Cómo se asume el cambio de un modo de vida tan arraigado? ¿Cuáles son las perspectivas desde lo personal, familiar y profesional?
Para averiguarlo EL NUEVO SIGLO habló con dos de los más altos oficiales que acaban de pasar a retiro tras el ajuste a la cúpula de las Fuerzas Militares y de Policía que aplicó el Gobierno hace dos semanas. Se trata de los generales Sergio Alfredo Serrano Álvarez y Jesús Alejandro Barrera Peña, quienes dejan la Armada y la Policía luego de 37 y 35 años de servicio a la patria, respectivamente.
Tiempo en familia
Para Serrano Álvarez es claro que “duele” colgar el uniforme y más aún cuando ocupaba el cargo de Jefe de Estado Mayor Naval de Apoyo a la Fuerza, el quinto escaño en el cuadro de mando de la Armada.
“Uno se va preparando para dar el paso al retiro, pues la pirámide se va cerrando. Sin embargo, pensaba que podría seguir en el servicio activo si era nombrado como comandante de la Armada, el señor almirante Ricardo Hurtado. Pero, por decisión del alto gobierno, fue designado el señor almirante Francisco Hernando Cubides Granados, un oficial de excelentes capacidades y cualidades”, explicó.
“Lo que sigue para mí es una transición grande, después de 37 años de vestir los uniformes y ocupar altos cargos. Sale uno con la frente en alto, con la satisfacción del deber cumplido y, por supuesto, a enfrentar una nueva vida para llevar a cabo una serie de proyectos y trabajos que tenía entre el tintero y sin el tiempo necesario para llevarlos a cabo”, explicó el alto oficial saliente.
Agregó que “gracias a Dios soy una persona tranquila, cuento con una excelente familia: mi esposa y mis dos hijas. Lo primero es darle gracias a Dios por haber llegado hasta acá, por estar con vida, con salud y por tener tantos y grandes amigos, no solo en la fuerza naval sino fuera de ella”.
“Ahora viene una etapa para reencontrarme y dedicarme más a mi familia, a mi esposa, capitán de navío María Helena Pérez, en uso de buen retiro. Ahora debemos disfrutar tantas cosas que por las necesidades del servicio no se pudieron llevar a cabo”, sostuvo el general recién retirado.
Por fortuna, recalcó, “tengo muchos hobbies y otras cosas por hacer. Soy un enamorado de la pintura, de la carpintería, de los arreglos en la casa y en el campo. Creo que ahora tendré tiempo para llevar a cabo todos estos procesos que me apasionan y seguir aprendiendo nuevas cosas. Y, por supuesto, más adelante, si se presenta la oportunidad de algo que a uno le interese como un trabajo, entonces aprovechar esa nueva experiencia”.
Obviamente dejar atrás la vida militar es un reto. “Es difícil dejar el uniforme, pues es una costumbre estar disponible las 24 horas del día y trabajando para el desarrollo y progreso del país. Ahora, sin ese trajín laboral, me levanto temprano, tomo mi café, leo el periódico y veo las noticias. Es duro ver que ya no se podrá vestir los uniformes”, señala Serrano Álvarez.
“Ahora estoy organizando mi vitrina, con todos los recuerdos, medallas, cursos, distintivos. Además, organicé mi estudio con todos los detalles que me regalaron muchas personas desde que ascendí al grado de subteniente. Yo guardo todo y gracias a Dios mi esposa autorizó que en mi estudio quedaran todos esos recuerdos, las monedas, los botes, los muñecos, los cuadros, los estandartes y las espadas, entre otros”, explica mientras cuida cada detalle de este espacio personal.
Afirmó que “a pesar de ya no estar en el servicio activo, le pido a Dios todos los días que siga guiando a los oficiales que están en este momento dirigiendo el destino de esta noble institución. Estoy agradecido y pensando en lo que viene de aquí en adelante”.
Sin embargo, en esta nueva etapa conserva muchos rasgos de su vida castrense. “Todos estos años me enseñaron la disciplina, a ser ordenado y, como se dice, a ser cuadriculado. Por esta razón trazo mi plan de trabajo para la semana y los lugares que visitaremos con mi señora. Mis hobbies me permiten divertirme y estar ocupado y no molestar a mi señora. Ella también tiene sus hobbies, entre ellos la filatelia y sus estudios”, explica.
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Finalmente indicó que “ya no se piensa en ese exigente trabajo, pero se desea que le vaya bien a quienes quedaron con esa alta responsabilidad de dirigir los destinos de la Armada. Me embarga a ratos la nostalgia del guerrero, cuando uno ingresa al estudio y se encuentra con todos esos maravillosos recuerdos. Es una nostalgia bonita, porque se sembró y se dejó huella en la gente que trabajó con uno. Estoy feliz de haber servido a la patria”.
Visitas sin premura
Para el mayor general Barrera Peña esta nueva etapa no está exenta de nostalgia. Recuerda que gracias al ejemplo de su padre, el teniente coronel José Rosso Barrera Gelvis, decidió ingresar a la Escuela de Cadetes de la Policía y fueron 35 años de servicio.
“Mi aspiración era llegar al grado de coronel, pero gracias a mi trabajo ascendí y llegué al grado de mayor general de la Policía. Mi último cargo fue en la Dirección de Carabineros y Seguridad Rural donde trabajé muy duro contra las redes criminales y en la protección del medio ambiente. Me voy con la satisfacción del deber cumplido”, expresó.
Sobre su inmediato futuro, afirma que “a pesar de pasar al retiro del servicio, seguiré acompañando a la Policía para que siga siendo la mejor en el mundo. Por supuesto, respetando los mandos y demás oficiales que están al frente de la institución que tanto hace por Colombia. Nunca me meteré en las decisiones internas, pero estaré ahí, compartiendo mis conocimientos y experiencias”.
Reveló que su día a día, ya sin uniforme y sin las afugias del trabajo, le permite estar más integrado a la familia y pendiente de sus hijos, Juan Manuel de 24 años, y Pablo Andrés de 12. “Tengo la fortuna de tener vivos a mis padres y los iré a visitar con más tiempo y sin premuras. Mi padre, que fue policía, tiene 84 años. También visitaré a mis hermanos y demás familiares”, indicó.
Tras analizar su larga carrera, Barrera Peña da “gracias a Dios porque salí y volví a mi casa vivo y sin problemas legales. Estoy feliz por esta nueva etapa en mi vida, disfrutando con mi familia y en mi país”.
En cuanto a su futuro, dice que más adelante “trabajaré en consultoría, pero por ahora estoy dedicado al deporte de medio rendimiento. Me gusta trotar, nadar y correr. Me gusta el triatlón y cuando he podido he hecho las pruebas de Ironman con otros oficiales y compañeros. Son pruebas muy exigentes”.
“El deporte me mantuvo y siempre me libró del estrés en momentos difíciles, y por esta razón le pido a mi Dios que me dé la capacidad física para seguir haciéndolo”, puntualizó.