El río Duda, una historia que renace de las cenizas de la guerra | El Nuevo Siglo
El río Duda nace desde la vertiente de la Cordillera Oriental y se extiende hacia la Serranía de La Macarena.
Fotos: Daniela Díaz Vargas
Lunes, 26 de Diciembre de 2022
Redacción Cultura

Por: Daniela Díaz Vargas

Enviada especial EL NUEVO SIGLO

 

Inmerso en las imponentes montañas del Meta, donde diferentes tonalidades de color verde visten hermosos bosques y páramos, se encuentra uno de los tesoros más bellos y con más historia de Colombia: el río Duda.

Muy cerca del municipio de Uribe, en el Meta, está ubicado El Duda, una región que tiene una riqueza natural indescriptible, que muy pocos conocen o han visitado. Otros, por su parte, asocian este territorio como ‘escondite’ de la antigua guerrilla de las Farc.

El conflicto armado que vivió el país por varias décadas también azotó esta región y de una manera muy fuerte, convirtiéndola en escenario de combates diarios entre el Ejército y este grupo al margen de la ley. Por varias noches se escuchó la tierra sacudirse por la detonación de artefactos explosivos y la zozobra de sus habitantes porque amaneciera se hacía más grande.

Tras los acuerdos de paz en el 2016, regiones como el Sumapaz, El Duda y otras más comenzaron a despejarse de los grupos armados para, poco a poco, ir recobrando la tranquilidad. Ahora, los campesinos de estos lugares quieren que su territorio ya no sea conocido por ser un escenario de guerra, sino por su riqueza natural, cultural e histórica.

“Queremos mostrar lo que somos en realidad, ya que a raíz del conflicto armado que hubo tanto en el país y en nuestra región, por varias décadas, se volvió un territorio estigmatizado. Queremos mostrar la verdadera cara de la región, de los campesinos que habitamos el territorio, donde damos lo mejor en cuanto a comida, toda la gastronomía; que prueben el frijol que sembramos en la región, la arveja que es totalmente orgánica”, cuenta uno de sus habitantes a EL NUEVO SIGLO, en el inicio de este recorrido.

El páramo más grande del mundo

Una de las formas de llegar a esta zona del país es atravesando un pedazo del páramo más grande del mundo, el Sumapaz. Este abarca 333.420 hectáreas y está distribuido en 25 municipios de Cundinamarca, Meta y Huila. Es importante mencionar que actualmente no está permitido el turismo en este ecosistema, que es vigilado por Parques Naturales Nacionales. Sin embargo, hay un tramo por el cual sí se puede transitar, y es recomendable hacerlo en compañía de un habitante del lugar para evitar perderse.

Mientras se avanza sobre la cordillera central desde el páramo, sus habitantes recuerdan cómo años atrás estos lugares eran casi imposibles de caminar para personas que no fueran locales o tuvieran algún tipo de recomendación.

Tras varias horas de caminata, en el límite de Bogotá y el Meta se puede apreciar la laguna de Los Mortiños, ubicada a 3.780 metros sobre el nivel del mar. Este precioso depósito natural de agua, mezclado entre las montañas y los famosos frailejones, es tan solo un abrebocas de lo que hay en el camino.

Un anfitrión de lujo

El trayecto no solo está repleto de paisajes encantadores, también es rico en flora y fauna, y en la medida que se va avanzando se puede escuchar un sinnúmero de aves, entre ellas el cucarachero de Apolinar, una especie endémica de la Cordillera Oriental de los Andes de Colombia y que era muy común encontrarla en Bogotá; ahora está en vía de extinción, por lo que genera mucha emoción encontrarlo en grandes cantidades.

La calidez de los dudeños

Dejando atrás el páramo más grande del mundo, pasamos a ecosistemas de selva y bosque alto andino en la llegada a la vereda Sonora. De la forma más amorosa y generosa, la familia de don Olmedo con una sonrisa en el rostro nos abrió la puerta de su hogar para pasar la primera noche en el Meta.

Tras cerca de un poco más de ocho horas, en lo que parecía una experiencia realmente dura, pero satisfactoria, para los caminantes de esta travesía, nos encontramos con que esta es la realidad que viven cientos de campesinos de esta región, quienes por falta de una carretera tienen que hacer ese tipo de trayectos para abastecerse de alimentos, medicamentos y otras cosas.

El río Duda

Pasando por la vereda Tempranos se llega a un mirador, desde donde se pueden apreciar, a lo lejos, las veredas Centro Duda, Francia y Ucrania. Descendiendo un poco más se divisa el río Duda, que nace desde la vertiente de la Cordillera Oriental y se extiende hacia la Serranía de La Macarena. Aunque la temperatura del agua es helada, después de caminar por varias horas es imposible no querer meterse y darse un chapuzón.



Deuda histórica con la región

Definitivamente El Duda es una región extremadamente rica en biodiversidad, posee cientos de hectáreas de tierra fértil y cuenta con climas apropiados para la agricultura. Sin embargo, el país tiene una deuda enorme con estos campesinos, que si bien están dejando atrás el estigma de la guerra todavía tienen demasiadas necesidades que aún el Gobierno no les soluciona, entre ellas la construcción de vías, no hay puentes para atravesar los ríos y caños, no cuentan con servicios de señal de celular, internet ni teléfono fijo. Los niños de las veredas no cuentan con docentes que les impartan clases y no hay centros de salud.

Viaje con propósito

Atravesar el páramo de Sumapaz hasta llegar al Meta fue una experiencia transformadora, no solo por los paraísos inigualables que tiene Colombia, sino por conocer de primera mano una historia tan difícil como fue la del conflicto armado y ver cómo ahora los campesinos de esta zona vuelven a tener esperanza al resignificar su estigmatizado territorio, que renace de las cenizas de la guerra y que busca con este naciente destino turístico, en el que participan 74 familias campesinas e indígenas nasa y misak, atraer recursos económicos, así como revelar al mundo una de las joyas naturales del Meta.