ALBERTO ABELLO | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Marzo de 2012

LETRAS Y ESGRIMA

Civilismo y militarismo

La prensa informa que un suboficial y diez soldados del Ejército, en una emboscada perpetrada el viernes pasado por las Farc en Arauca, fueron acribillados a tiros, en el peor ataque que han sufrido las heroicas y abnegadas tropas de Colombia en el 2012. Noticias como esa estremecen la sociedad en cualesquier país civilizado del mundo. Aquí una masa anestesiada, confundida, embrutecida, que cada cierto tiempo y durante más de medio siglo recibe el impacto de noticias gordas como esa, escasamente registra el hecho y lo lamenta, para seguir leyendo sobre el partido de fútbol, repasar la foto de las chicas que se desnudan para llamar la atención y dar a conocer sus virtudes o enterarse de las matanzas en Siria. Las organizaciones de derechos humanos por lo general guardan silencio, nadie sale a la calle a protestar. Mientras, las familias de los militares, los padres, las viudas, los huérfanos, con rabia e impotencia en la soledad de su conciencia no atinan a explicarse la indolencia de nuestra sociedad. ¿Qué clase de mazamorra corre por las venas de nuestro pueblo y de nuestros dirigentes, que pueden seguir la rutina diaria como si nada, cuando en el país acribillan a mansalva a nuestros soldados? Nadie en sus cabales entiende que cuando casi a diario se habla de seguridad, donde todas las constituciones desde la fundación de la República proclaman ese objetivo, para los militares que luchan y dan su vida por la patria, no existe un verdadero estatuto militar, un fuero  que los cobije por las acciones propias del servicio, que por naturaleza son diferentes a las de los civiles. Y no me vengan con el cuento de que expreso un sentimiento militarista; es distinto admirar el sentido místico y militar de la vida o reconocer que la civilización se ha salvado mil veces por la  reacción de un puñado de soldados valientes que han sabido actuar a tiempo.

Al expresar mis opiniones sobre la situación de los militares en Colombia lo hago con el hondo civilismo que me lleva a clamar para que les devolvamos a los soldados el Fuero Militar. Nuestros soldados, como los del Reino Unido, defienden la civilidad democrática con su vida; son  pilar de la misma, sin su vigilante concurso y unidad monolítica  las instituciones se desmoronarían, sucumbiríamos en la anarquía desatada, reinaría la barbarie. Aquí no prospera como en Cuba el ideal socialista y militarista de Esparta, prevalece el respeto político que inculca el Libertador Simón Bolívar, quien ejerce el democesarismo y renuncia a la dictadura al estilo del procerato civil de Atenas en la antigüedad, para crear a Colombia en Cúcuta e inculcarnos el respeto por la democracia. Mientras más de media Hispanoamérica estuvo gobernada por décadas desde los cuarteles, incluido el Brasil, Colombia, con raras excepciones, sobrevive con la  democracia representativa. Ese noble sentimiento castrense  y civilista, del soldado colombiano, lo sintetiza y exalta el general Alejandro Navas en memorable epístola que tuve el honor de recibir, en la que  cita a Séneca: “El honor prohíbe acciones que la ley tolera”.