¿Vale la pena?
Han pasado más de cuatro décadas desde que Richard Nixon decidiera declarar la lucha contra las drogas en medio de un ambiente turbulento, sicodélico y marcado por el auge en el consumo de marihuana y cocaína.
Desde entonces, tanto países consumidores como productores no han cesado en su intento de reducir el consumo, disminuir el tráfico y los cultivos. 40 años después algunos dicen que se ha fracasado, me queda la duda. Al contrario, se ha avanzado y aunque persiste el consumo y el tráfico, países como Colombia hoy día son viables, en gran parte, gracias a la fuerte lucha que se ha dado en contra de las drogas con el apoyo de Estados Unidos.
¿O es que ya olvidamos la Colombia de los 80 y 90 rendida a los pies de los narcotraficantes? Una sociedad permeada por este delito en todas las áreas. En la que los narcos hicieron parte hasta del Congreso y las bombas y la violencia alcanzaron niveles atroces. Épocas oscuras de un país que parecía estar perdiendo la guerra contra los amantes del dinero sucio.
Esa Colombia, hoy y gracias al amor e intervención divinos, manifestados en la fuerte lucha contra el narcotráfico, es tan solo un mal recuerdo, una pesadilla de una patria herida por la droga.
No podemos olvidar esto. Y antes de plantear de manera ligera nuevas soluciones y un cambio de enfoque después de 40 años de lucha, deberíamos estar pensando en cómo incrementar los resultados positivos que hemos obtenido.
¿Qué opciones habría diferentes a la lucha contra el narcotráfico? ¿La opción blanda de despenalizar el consumo de marihuana y cocaína? Esto tan solo haría el negocio más lucrativo para los narcotraficantes, quienes verían incrementada la demanda debido al aumento de consumidores.
¿La opción de legalizar la cocaína y la marihuana? Significaría que cualquiera mayor de 18 podría ir a una tienda a comprar un paquete de cigarrillos de marihuana o dosis de cocaína, eso sí con un significativo impuesto destinado a la prevención del consumo ¿Habrá algo más absurdo? Esto no sería el fin de la violencia, continuarían los carteles y quizás se enfoquen en la heroína, cuyo tráfico es más lucrativo. Adicionalmente, las sociedades tendrían que padecer las consecuencias de una multiplicación de adictos a la marihuana y cocaína, alentados por la publicidad que inundaría las calles con leyendas del tipo: “Fuma marihuana, el muisca viajero” o “Consume cocaína, “Speedy González”, o qué sé yo.
Estas opciones no justifican abandonar 40 años de lucha contra la droga, que en el caso de Colombia han dado como resultado una nación viable y en desarrollo en medio de las dificultades. La solución está relacionada con el incremento en el presupuesto para la prevención y educación en los colegios y en la sociedad en general. Es mejor gastar millones en cátedra para prevenir el consumo, que obtener millones en impuestos a la droga, destinados al tratamiento de miles de adictos en aumento.
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