ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Marzo de 2012

¿Cuál debate?

En  varias ocasiones el presidente Santos se ha referido al tema de las drogas. Durante una visita oficial al Reino Unido el año pasado, por ejemplo, afirmó que “El mundo necesita discutir nuevos enfoques”, y que si eso implica legalizar “y el mundo cree que es la solución, yo estaría de acuerdo. No me opondría”.  Recientemente propuso abordar en la VI Cumbre de las Américas los posibles escenarios en la lucha contra el narcotráfico y sus eventuales consecuencias, en aras de “facilitar que todo el mundo entre a la discusión”.

Eso sí, ha sido enfático en que no pretende liderar una cruzada revisionista del régimen internacional sobre drogas, ni mucho menos ser el adalid de la legalización.  Por ahora, parece interesado sólo en promover el debate sobre los resultados obtenidos tras varias décadas de “guerra contra las drogas”, sin comprometerse con ninguna alternativa ni formular críticas directas. Entre tanto, su propio gobierno sigue al pie de la letra el recetario más tradicional al abordar los problemas asociados tanto a la producción y el tráfico como al consumo.

La verdad es que de momento no habrá debate de fondo sobre el asunto, pues no existen las condiciones necesarias para iniciarlo siquiera.

Para empezar, EE.UU. ha dejado en claro que no está dispuesto a modificar su política anti-drogas. Toda discusión, por lo tanto, será en vano; por lo menos mientras los países productores sigan dependiendo del esquema vigente, del que a veces se quejan pero que también les reporta pingües beneficios.

Productores e intermediarios, por otro lado, no acaban de ponerse de acuerdo. Santos no toma partido. Humala descarta de plano la legalización. Pérez Molina, el presidente guatemalteco, la sugiere como alternativa. Y una cumbre centroamericana sobre despenalización de drogas -en la que participaron sólo los mandatarios de Guatemala, Costa Rica y Panamá- acaba de concluir sin avances sustanciales, con la ilusa y paradójica pretensión de que los países consumidores paguen por la droga incautada en la región al precio que ésta tiene en el mercado. Mientras, Brasil y Argentina dan la impresión de no querer involucrarse demasiado, quizá porque ya pertenecen al cártel de los consumidores, aunque se nieguen a admitirlo.

En ese contexto, no hay que hacerse ilusiones con Cartagena. Ni sorprenderse con las contradicciones entre la retórica mediática y la acción real de algunos gobiernos, ni con sus dicientes silencios en ciertos escenarios, como la 55 sesión de la Comisión sobre Narcóticos de la ONU celebrada en Viena hace apenas un par de semanas. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales