Vladimir Putin está firmemente convencido de que su país, al que conoce muy bien por haber sido director de la tenebrosa KGB, obedece en forma autocrática como en los tiempos de los zares. Además, como en los mejores tiempos estalinistas califica de histeria las reclamaciones occidentales relacionadas con una posible invasión suya a Ucrania.
Pese a todo, los analistas apuntan a que los Estados Unidos no acudirá al uso de la fuerza y dejará que sea la OTAN la que se encargue de bajarle combustión a esa boba de tiempo. Sin embargo, Putin tiene las suficientes agallas y ganas para seguir adelante con su aventura bélica y cuenta, además con el firme apoyo de los chinos, que hoy son sus mejores socios estratégicos.
Putin sabe que el pega primero pega dos veces y sabe que Occidente no se arriesga a desencadenar una guerra mundial utilizando las armas. Sencillamente porque esta tercera conflagración planetaria podría ser el fin de la civilización tal como la conocemos. Aprovecha, además, de que la presidencia de Biden pasa por momentos difíciles debido a divisiones internas de su partido, el demócrata y una férrea y delirante oposición del expresidente Donald Trump.
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Nuestra economía está creciendo a un ritmo desconocido. Según el gobierno Duque el año pasado creció en un 10,2%, la más alta cifra de América latina. Sin embrago según el DANE ese crecimiento fue incluso mayor, llegando hasta un 10,6 %. el más alto de nuestra historia estadística.
Según su director, Juan Daniel Oviedo, esta última proyección obedece al uso de mejores metodologías. De todas maneras, hay que tener presente que las cifras del año pasado se dan después de la contracción más fuerte que ha sufrido nuestra economía en las últimas décadas.
Algunos expertos han estado recomendando que para lograr una mejor inversión extranjera, aprovechando estas buenas circunstancias debemos enfatizar en fortalecer y mejorar nuestras defensas jurídicas, evitando especialmente los cantos populistas que viene haciendo la oposición.
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El candidato del partido conservador a la presidencia colombiana, David Barguil, se ha venido distinguiendo por una campaña seria, responsable muy asentada en nuestras realidades y evitando en todo momento las confrontaciones. Sus propuestas vale la pena tenerlas en cuenta porque son muy viables y apuntan directamente a consolidar el crecimiento del que venimos hablando.
El dirigente ha llamado la atención de que el país no ha podido luchar exitosamente contra la extrema pobreza y considera realmente vergonzoso que solo algunos grupos económicos han pelechado de la riqueza, solo pensando en sus inmediatos y personales intereses.
Por su parte el candidato de salvación nacional, Enrique Gómez Martínez, sobrino del fundador de la colectividad, el inmolado Álvaro Gómez Hurtado, afirma que se hace necesario “un mega plan anual de inversiones” que cubra toda una década, a todos los sectores y niveles para poder así tener un real control del progreso socioeconómico. Se muestra partidario también de reducir el inútil papeleo y regulaciones que están perjudicando una mayor dinámica de ese crecimiento.
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No es sano tratar de calcular las cifras de la corrupción en nuestro país. El robo de nuestros recursos y la desastrosa administración de nuestras posibilidades son una verdad de a puño. Lo grave de la situación es que Colombia no ha podido neutralizar los esfuerzos de los avivatos y el flagelo crece con el pasar de los días.
Adenda 1. Al ex presidente Álvaro Uribe le gusta del gobierno de su protegido Iván Duque los altos presupuestos que ha venido dedicando a la educación y los esfuerzos que ha hecho para garantizar la gratuidad universitaria.
Adenda 2. Pero hay cosas que le desagradan. Por ejemplo, la inseguridad rampante que hay en las principales ciudades y el narcotráfico que sigue extendiendo sus cultivos. El expresidente considera que ha habido una falla en la aplicación de los controles.