Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 5 de Febrero de 2016

LECCIONES PAPALES

La gracia de la vergüenza

“Es diferente el pecador al corrupto”

 

El papa Francisco vuelve a poner el dedo en la llaga del pecador herido y urgido de misericordia, necesitado de detener las hemorragias del alma y de recibir del sacerdote los primeros auxilios espirituales en un “Hospital de Campo”. En su nuevo libro, “El nombre de Dios es misericordia”, asegura que “Dios es un padre premuroso, atento, dispuesto a acoger a cualquier persona que dé un paso adelante o que tenga el deseo de dar un paso hacia la casa”.

 

Para el Pontífice, bastaría la sola intención de arrepentirse para justificar la acogida. “Dios nos aguarda, espera que le concedamos tan sólo esa mínima grieta para poder actuar en nosotros, con su perdón, con su gracia. Sólo quien ha sido tocado, acariciado por la ternura de la misericordia, conoce realmente al Señor”.

 

El Papa diferencia el pecador del corrupto. Para Francisco, el corrupto  no  siente la necesidad de perdón y misericordia. “Corrupto es aquel que peca y no se arrepiente, es el que peca y finge ser cristiano, y con su doble vida escandaliza”. El pecador, por el contrario, puede caer muchas veces a causa de su debilidad, “pero halla nuevamente su perdón si se reconoce necesitado de misericordia”.

 

Pero la situación del corrupto no es terminal, el Papa Francisco, le acerca una tabla de salvación: “Tenemos que rezar de una manera especial durante este Jubileo para que Dios haga mella también en los corazones de los corruptos, otorgándoles la gracia de la vergüenza, la gracia de reconocerse pecadores, necesitados de su perdón.”

 

Para arrojar luz sobre el eterno dilema entre misericordia y justicia en las relaciones sociales y en las relaciones entre los Estados, el Papa cita a Juan Pablo II, al día siguiente de los ataques terroristas en Estados Unidos: “no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón”. Agrega que la capacidad de perdón está en la base de todo proyecto de una sociedad futura más justa y solidaria. Pero advierte el Papa: “Con la misericordia, la justicia es más justa, se realiza realmente a sí misma. Esto no significa tener la manga ancha, en el sentido de abrir las puertas de las cárceles a quien se ha manchado con delitos graves”.

 

Francisco aconseja a los sacerdotes ejercer “el apostolado de la oreja” durante el sacramento de la confesión. Aprender a escuchar. Les recomienda  que piensen en sus propios  pecados y no tiren la primera piedra, porque también ellos son pecadores necesitados de perdón.

 

En un acto de humildad, repite que él es un pecador y, como tal, necesita la Misericordia de Dios. Recuerda el asombro que siente cada vez que cruza la puerta de una cárcel y ve un preso. Se pregunta: “¿por qué él y no yo?. Esto puede escandalizar, pero me consuelo con Pedro. Había renegado de Jesús y, a pesar de ello, fue elegido.”

 

En el año de la Misericordia, nos recuerda que “La Misericordia será siempre más grande que cualquier pecado, nadie puede ponerle un límite al amor de Dios cuando perdona. Basta con mirarlo a Él, basta con levantar la mirada concentrada sobre nuestro yo y nuestras heridas y dejar al menos una grieta a la acción de su gracia”.

 

Es hora de reflexionar sobre estas lecciones en un país tan necesitado de misericordia. Pedirle a Dios la gracia de sentir vergüenza y perdonar.