EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Marzo de 2012

Miedo, duda y culpa

El  miedo es connatural al ser humano y nos acompaña durante toda nuestra vida. Los grandes actores siguen sintiendo cosquillas en el estómago antes de salir a escena, a pesar de su experiencia; los niños pueden sentirse asustados ante una tormenta o en la oscuridad; nos pueden aterrar los cambios. Pero no todo es negativo: es por miedo que tomamos previsiones; por miedo intentamos asegurarnos en medio de la incertidumbre; por miedo es que en las organizaciones se hace planeación estratégica. Pero también nos puede paralizar.

El miedo no llega solo: la duda y la culpa le acompañan. Dudamos cuando la vida nos presenta bifurcaciones y no sabemos con certeza qué camino tomar. El temor que llega es a la equivocación sobre el oficio a elegir, si es el momento apropiado para casarnos, o si nos conviene iniciar un negocio…

Cuando no tenemos los elementos de juicio necesarios para tomar la decisión nos quedamos quietos. Ante la duda, abstente. Lo complicado es cuando a pesar de tener un gran número de razones para hacer una elección seguimos indecisos, paralizados. El miedo nos impide la acción.

Entonces aparecen las culpas y los hubieras. Si me hubiera decidido habría aceptado ese trabajo; si hubiera tenido el valor necesario no habría dejado pasar la oportunidad de casarme con esa persona maravillosa; si hubiera actuado con sensatez, no hubiera invertido en ese negocio que me llevó a la quiebra. Mea culpa. Sólo que con las culpas no resolvemos nada, dado que ellas en sí mismas no son acciones, sino reacciones ante un pasado que ya no podemos transformar. Tampoco ganamos nada con el hubiera, el tiempo perdido del verbo haber. Lo que sí podemos es asumir nuestras responsabilidades en el aquí y en el ahora.

Hace unos días mi maestra María Antonieta Solórzano me dijo una de esas frases que si se dejan llegar al corazón y se reflexionan en consciencia pueden transformar vidas: “el miedo es el espacio donde no está Dios”. Esas palabras son de una sabiduría inmensa, además de absolutamente esperanzadoras. Siempre tenemos las respuestas, están en el interior. A veces, cuando nos escuchamos a nosotros mismos, esa voz interior nos dice claramente la respuesta, pero o dudamos de ella o no le hacemos caso. No tenemos confianza en el proceso de la vida, como tampoco en Dios, que está en nuestro interior.

Si cuando llegan los miedos confiáramos en nosotros mismos y pidiésemos ayuda del cielo, nos llegarían señales claras para tomar decisiones y actuar. Nos podremos equivocar eventualmente, pero como el error es parte de la vida, también ellos nos podrán enseñar a confiar en nuestro interior, para avanzar en el proceso de la existencia.