Se cumple este 1 de diciembre el primer cuarto de Siglo del fallecimiento de Emiliano Isaza Henao, conservador insigne, con quien tuvimos el honor de entablar y disfrutar de una sincera amistad y a quien le ocurre lo que al Libertador, en sentencia magistral del indio José Domingo Choquehuanca: “Con los siglos crecerá su gloria, como crece la sombra cuando el sol declina”. Su conversar era fluido, sustancial y exquisito, casi siempre acompañado de un buen vodka con tónica y siempre asistido por un cigarro, elemento que parecía ser una extensión natural de su sentido del gusto.
Como prestante ortopedista, Emiliano ejerció veinte años su profesión primaria hasta que el “demonio” de la política le fracturó del todo su voluntad y tomó tan en serio el reto que cuando en 1986 Álvaro Gómez, al aceptar su segunda e igualmente frustrada candidatura presidencial descrestaba al auditorio con su soberbia retórica expresando que “el Partido Conservador está anhelante, como parece estar anhelante la naturaleza poco antes del amanecer”, Emiliano hacía rato había madrugado a traer las bestias para iniciar sus interminables jornadas de proselitismo político por la agreste geografía de su departamento.
La Unificación Conservadora que se inventó Isaza Henao, con otros hombres y mujeres de inconmensurable valor, no surgió tanto como un movimiento político per se, sino más bien como la expresión de un estado de ánimo colectivo, con profundas raíces en la cívica, que movía a la gente a cambiar el estilo de cosas imperante en una sociedad decaída y decadente, como la del tiempo en que a este hombre sin mácula le tocó vivir y servir, como diputado a la asamblea de Caldas, como senador, como gobernador, como embajador, campeando en todos los ámbitos como el más perfecto “Caballero de la Política”.
Alto, de fina estampa, nuestro hombre no sólo hizo historia en un Departamento que ayudó a cortar a punta de bisturí para escindirlo del cuerpo tumefacto del Viejo Caldas, sino que causó sensación en muchas millas a la redonda donde su nombre se tuvo en cuenta y era referente obligado del orden de las cosas que pasaban.
El nombre Emiliano, que don Tiberius, su padre, escogió para su hijo no fue convencional: lo hizo, seguramente, pensando en Marcus Aemilus Aemilianus, fugaz emperador romano, muerto por hombres de su propia guardia personal en 253 D.C. Emiliano, el nuestro, siempre se comportó como un verdadero emperador, coincidiendo en su figura dos elementos sine qua non: porte y talante. Y parodiando lo que decía Cicerón del Cesar, “No conocemos a nadie de quien pueda decirse que Emiliano es el segundo”; pero además, sin ir muy lejos, como dirían en la Grecia Clásica, toda la historia del conservatismo de Risaralda posterior a Isaza Henao quedó convertida en notas de pie de página de su propia historia.
Post- it. Presidente Duque: no permita que los nuevos inconformes -libreto en mano- dobleguen su portentosa capacidad de servicio a nuestra Patria. Quienes seguimos su programa de TV estamos convencidos de la seriedad de su agenda social y muy seguros de que usted está “Construyendo País”, mientras sus opositores lo que pretenden es asumir el rol antagónico: “Destruyendo País”. Ánimo.