Si los guionistas que colaboraron en la película inglesa sobre Napoleón se hubieran leído los exquisitos y brillantes escritos de Alejo Carpentier, entre otros, El Siglo de las Luces, se habrían enterado que en el Caribe, en la zona colonizada por Francia, se libró uno de los capítulos históricos más curiosos de la Revolución Francesa, con la ejecución por medio de la guillotina de numerosos enemigos de la revolución. Ello causó un enorme malestar entre los españoles e hispanoamericanos de entonces, que temieron que los sangrientos episodios contra la aristocracia francesa, que le quitan la vida al rey Luis XVI y a la bella María Antonieta, se extenderían a nuestra región. Por lo que, paradójicamente, los criollos al conocer los horrores de las colonias francesas entran en pánico y se aferran entonces al régimen borbónico.
En la parte hispánica nuestra, entonces, las autoridades peninsulares, no se referían oficialmente a colonias sino a reinos, como el de la Nueva Granada, donde por ausencia del Virrey o del Capitán General, como en el caso de Venezuela, el cabildo podía nombrar al gobernante interino.
Además, es de recordar, que el mismo Napoleón envió en 1802 una expedición punitiva de 40.000 hombres, al mando de su cuñado el general Charles Leclerc, para restablecer el orden en la pequeña isla francesa de Haití la que, entre otras cosas, contemplaba devolver a la esclavitud a parte de la población. Haití, bajo el duro gobierno francés había sido uno de los centros de producción más importante del Caribe, con mano de obra esclava, que Napoleón quería restablecer en su antiguo esplendor y ominoso sistema de opresión.
Así que Napoleón, en 1802, lanza una expedición de más de 40.000 hombres al mando del valiente general Leclerc, fuerzas que contaron con el apoyo de Pétion. Por dictado de Napoleón, el 20 de mayo de ese año, se restableció en la isla la esclavitud. Apenas un triunfo efímero, dado que las enfermedades tropicales endémicas dan cuenta de gran parte del ejército galo y los antiguos esclavos se rebelan de nuevo y se muestran aguerridos y sanguinarios, por lo que las tropas francesas son derrotadas, para dar campo a la lucha de los negros contra los mestizos de Petión, hasta qué al final gana éste, lo que le permitirá apoyar más adelante a el general Simón Bolívar en su lucha por liberar el continente.
En realidad, por el apoyo de los criollos a la corona en nuestra región, mientras Napoleón domina la Península y concede la corona española a su hermano, aquí la lucha deriva al extremo de la guerra a muerte, decretada por Bolívar. Es de anotar que Fernando VII, restablecido en el trono del cual Napoleón lo había despojado, bajo el mando del general Pablo Morillo, envía una expedición pacificadora de 10.000 soldados, quienes son vencidos por el Libertador Simón Bolívar.
Lo paradójico es que la España que se levanta a reclamar la libertad contra Napoleón, donde el pueblo y hasta las mujeres se enfrentan heroicamente a las tropas de ocupación, será convocada a sofocar las revueltas americanas. Hasta que el general Riego, se rebela y se niega a encabezar un ejército punitivo para intentar colonizar de nuevo a Hispanoamérica.
Lo que ningún historiador puede negar, pese a la cierta subjetividad que tiene todo juicio histórico, como lo recuerda Hegel, es qué sin la ocupación de España por Napoleón, la independencia de Hispanoamérica habría tardado unos cuantos años y quizás, habría sido pacífica a la manera de la del Brasil. Recordemos que aquí, inicialmente, se forman juntas como las de España, para buscar el restablecimiento de la Corona. También, el elemento histórico de la presencia de Bolívar en su lucha por la independencia de Hispanoamérica, marca un hito en la historia universal. Por vez primera se libra una guerra de liberación, incluso en cierta forma contra el querer de la población, como el caso del Perú que en un momento dado estaba con la causa de Fernando VII. Y no se debe olvidar la franca carta de Sucre a Bolívar, en la que le dice: aquí los peruanos no nos ven como libertadores, sino como conquistadores. Y como lo recuerda el expresidente del Perú, Allan García, gran parte de los peruanos no querían la independencia, sino estaban por la corona española.
Esta parte de la historia, que no aparece en la película de Napoleón, le resta importancia al influjo mundial del gran corso, más no derrumba la grandeza o trascendencia de sus hazañas militares, ni su aporte a la gobernabilidad y estabilidad democrática al establecer el imperio de la ley, en el nuevo orden, con su código civil.