GABRIEL MELO GUEVARA | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Marzo de 2012

Cumbres borrascosas

 

Las cumbres masivas de Jefes de Estado son reuniones importantes, de personajes importantes, donde no se decide nada importante.

Los acuerdos sobre temas trascendentales vienen ya trabajados y los mandatarios se limitan a ratificarlos. Si acaso les dan un toque superficial para enlucirles el empaque.

De vez en cuando, algún episodio inesperado levanta revuelos periodísticos, como el “¿por qué no te callas?” del Rey de España. Pero, por lo general, el evento termina con una declaración cuyas pulidas frases permiten afirmar que dice lo que cada cual quiere que diga.

Sin embargo, estas reuniones tienen un encanto mediático tan irresistible que los abundantes encuentros, convocados por organismos hemisféricos de dudosa utilidad, mantienen la diplomacia del continente a flote, navegando entre entidades vivas, dedicadas a no dejarse morir, y cadáveres insepultos de asociaciones muertas, empeñadas en evitar que las entierren.

Ahora, en vísperas de otra Cumbre de las Américas, unos gobiernos de la ALBA, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, es decir, el presidente Hugo Chávez y los amigos que convirtió en satélites, amenazaron con no concurrir si no asistía Cuba. Y ésta no asistía porque no la invitaban. Y no la invitaban porque la Cumbre se realiza en el marco de la Organización de Estados Americanos y Cuba no pertenece a ella. Y no pertenece porque la excluyeron en Punta del Este, hace más de cincuenta años y, aunque ya se abrió el camino para su reingreso, el Gobierno de La Habana no muestra interés en retornar.

Es obvio que la irrupción en Cartagena buscaba un efecto propagandístico que rindiera políticamente. La coincidencia del mandatario de los Estados Unidos con el de Cuba afectaría los resultados de las primarias y de la elección presidencial en Estados Unidos. Igual sucedería en Venezuela. La fotografía recorrería el mundo, como testimonio triunfal de una política que parecería modificada gracias a la presión de los que hablaban de sabotear la Cumbre. Sería exhibida como rectificación histórica y nadie recordaría que la expulsión de la OEA es asunto superado, que la entrada se reabrió y que hoy Cuba está fuera de la OEA porque su Gobierno así lo quiere.

La amenaza fue otro golpe a la Organización de Estados Americanos y un anuncio de cómo serán las cosas en la recién nacida Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, Celac, montada para tener una OEA sin Estados Unidos y patrocinada por los mismos que armaron un lío alrededor de esta Cumbre, tratando de volverla tan borrascosa como las de Emily Brontë.

Es perfectamente lógico que no se invite a Cuba a una reunión organizada dentro de los lineamientos de la OEA. Y si algunos deseaban llevarla a esta Cumbre, les correspondía a ellos recorrer las cancillerías del continente explicando su pretensión. No estábamos obligados a hacerles ese trabajo. Menos aún si la burocracia de la OEA evadía el tema y, además, ningún país estaba dispuesto a inmiscuirse para sacar a Colombia del enredo en que la colocaron los nuevos mejores amigos.