GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 12 de Abril de 2013

Momentos de verdad

 

Hay sobre el tapete, dos leyes que merecen una reflexión honesta y abierta: La ley de control de venta de armas en los Estados Unidos, y la ley -en Colombia- que le permita a parejas del mismo sexo, celebrar una sociedad patrimonial (conyugal, para términos prácticos).

La primera -la de control de armas- se ha convertido en una de las banderas del presidente Obama y su mujer, y ha logrado poner de acuerdo a republicanos y demócratas.

Más allá de la importancia que tiene el hecho de un Congreso unido en torno de la defensa de la vida, en un país que no ha sido ni el más inocuo, ni el menos intervencionista  en enfrentamientos propios y ajenos, -más allá de eso- lo que seduce poderosamente de esta iniciativa, es que  las altas esferas del poder logren llegar a acuerdos que le pongan freno a la absurda facilidad que tienen hoy, niños y adultos norteamericanos, para terminar con la vida de las personas.

Las incalificables masacres de niños y maestros en escuelas, y un Presidente al que no le ha dado ni pena ni miedo, pararse del lado de la paz, han arado el terreno para que crezca la semilla de una iniciativa que no da más espera.

El negocio de las armas es un espanto. No creo ni siquiera que resulte válido matar a alguien en legítima defensa (léase:legítima), y tengo clarísimo que llegado el momento, no sería capaz de hacerlo. Armas para amedrentar y coaccionar, para imponer y esgrimir un estúpido poder calibre 38, no van con una sociedad viable.  No las comprendo en manos de los niños; no las justifico en manos de los adultos civiles; y las controlaría hasta el cansancio, en manos militares.

Bienvenidas las riendas que templen el caballo desbocado de la violencia. Pero claro, la ley necesitará que su entorno y  sentido, se vuelvan materia de pensamiento, formación y sensibilidad. Y aquí hago el link con la segunda ley que mencioné al principio. Porque tampoco nos servirá de mucho, si el trabajo no empieza desde la crianza y la conciencia.

La ley  que ya tuvo su momento de verdad en México, Uruguay, Canadá, Francia, Brasil y Argentina, está en nuestra puerta, y  llegó la hora de decidir qué tan hipócritas queremos seguir siendo; o si estamos dispuestos a garantizar miradas respetuosas e incluyentes, a personas que cometan el pecado de amarse distinto a lo establecido por los cánones de la tradición heterosexual. Podemos apostarle a la cacería de brujas; las hogueras para quemar libros y tendencias afectivas diferentes, ejercen una atracción fatal en ciertos personajes y estamentos de cuyo nombre no quiero acordarme.

O podemos ser menos crueles, menos injustos, y corregir errores y exclusiones que nunca debimos cometer.

Tienen los legisladores de aquí y de allá dos interesantes y valiosas opciones de apostarle a una sociedad que identifique dónde están las verdaderas amenazas, y dónde las urgencias de respeto y comprensión.

ariasgloria@hotmail.com