GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Marzo de 2012

Los arrepentidos

Duro  -por lo desconcertante en la democracia- es cuando en el interior de uno mismo se comienza a no creer en la justicia; cuando aun entre amigos y familiares se descubre que más que en ella se aspira a ver realizada la venganza, el ajuste de cuentas, el ojo por ojo y el diente por diente y aquel odio que -partiendo de una ideología en bruto- lleva a pensar que es preciso castigar preventivamente a aquellos que no son de los mismos.
Celebran en Italia en estas fechas la fundación del movimiento de “las manos limpias” que hastiado de la corrupción quiso ponerle fin al desprestigio de una democracia que había errado todos sus caminos y que colocaba en evidencia ese “cierto olor a podrido” del que alguna vez novelara José Luis Martín Vigil. Si bien este país, que bien puede atribuirse el ser cuna de lo mejor y de lo peor en su historia política, hace esfuerzos por limpiarse de corrupción y de corruptelas bajo el gobierno de Napolitano y de Monti no ha podido clarificar la situación de la justicia.
Y eso porque hubo algo de equivocado y de lo que es difícil regresarse que fue aquello de los “pentiti” (arrepentidos) que por sus “confesiones” recibían descuentos no imaginables, permisos, salidas, visitas ampliadas, alimentación mejor, espacios mayores de reclusión, diversiones y demás que los otros presos por delitos comunes no podían gozar ya que para “rehabilitarlos” se recurre al hacinamiento y a la degradación personal a lo mejor para que si alguna vez retornan a la libertad se den por bien servidos con sus carencias.
Los “arrepentidos” dijeron lo que les encargaban. A través de “sus confesiones” gente honrada fue condenada. “A mí me encargaron asesinar a…”. Y esa era plena prueba que obligaba a quien la mafia quería destruir, aceptar la inversión de la prueba y que no fuera el Estado quien le probara su culpabilidad sino el pobre acusado su inocencia. El gran político Andreotti fue así condenado a cadena perpetua y largo fue el proceso para que en un nuevo juicio este hombre lograra salvarse de la falsa acusación de los “arrepentidos” que puestos a mejor postor obedecen a manifestar lo que se necesite para hundir o liberar a alguien.
Causa sospecha al menos ver cómo el país se llena de arrepentidos deseosos de “confesarse”; cómo asesinos probados y corruptos juran y hablan y mañana vuelven a jurar para decir lo contrario y parece que no hay otro camino que creerles.
Me remito a las informaciones que a diario aparecen y que se van aceptando por la opinión una vez que “las incriminaciones” han sido aceptadas por alguna autoridad o por algún medio de información.
Hay que analizar muy a fondo las confesiones, investigar profunda y oportunamente, ya que deshacer el enredo va a ser difícil si no imposible.
Guilloescobar@yahoo.com