El Kraken, ese colosal pulpo mitológico, poseedor de devastadores tentáculos, terror de los pueblos de la antigüedad, ha despertado, arrasador, con un nuevo nombre, Odebrecht.
Este nuevo monstruo no se encontraba escondido en las profundas aguas escandinavas, como en las leyendas, sino en la hondura de una poderosa compañía brasilera, fundada en 1944, cuyos negocios de ingeniería, como verdaderos tentáculos, se enroscaron en 12 países de tres continentes: Europa, África, y especialmente en Latinoamérica.
Este aterrador kraken amenaza, indiscriminadamente, con arrasar con políticos y líderes de diestra y siniestra, quienes se dejaron convencer por sus deshonestas propuesta y hoy, gústeles o no, serán arrastrados a lo más profundo de los infiernos por sus poderosos tentáculos de corrupción.
Su capacidad de repartir sobornos para obtener contratos o comprar dirigentes e influencias, se calcula en más de 800 millones de dólares distribuidos en las primeras décadas del siglo XXI. ¡$800 millones en sobornos! ¡Eso es mucha coima!
Los países afectados por este monstruo corruptor son hasta hoy, de acuerdo a la Fiscalía estadounidense: Brasil, donde Odebrecht repartió por lo menos 349 millones de dólares en sobornos a políticos variopintos; luego sigue Venezuela, donde distribuyó 98 millones y República Dominicana, donde ya admitió haber pagado sobornos por 92 millones de dólares. En Panamá, los millones desembolsados fueron 59 y en Argentina, 35. Ecuador sigue con la cifra reconocida de 33,5 millones, y en Perú, ha sido acusado el expresidente Alejandro Toledo de haber recibido 20 de los 29millones pagados por el monstruo en coimas. En Guatemala fueron 18, en México, 11,5, y en Colombia asciende a unos 11 millones de dólares los desembolsos ilícitos hechos por Odebrecht. Hasta aquí lo ocurrido en Latinoamérica, que es lo que más nos concierne. El resto de los millones usados para corromper se distribuyen en Portugal, Angola y Mozambique.
Considero que estas cifras se deben repetir hasta el cansancio para que el mundo comprenda la gravedad de la corrupción que nos corroe. Esta cifra, por inmensa que parezca, es con seguridad pequeña comparada con la que aún se encuentra oculta. ¿Quién sabe cuántas coimas más han repartido otras poderosas corporaciones brasileras y mundiales para obtener multimillonarios negocios? Ya se oyen truenos en Corea contra Samsung.
El año pasado el escándalo de la FIFA había destapado otro kraken con las mismas características. Pero el de Odebrecht es muchísimo peor, pues no se refiere a ejecutivos del deporte, sino a la corrupción de los gobernantes, de presidentes para abajo; a la deshonestidad de quienes fueron electos para velar por el bienestar de las naciones y sus ciudadanos, no para robar y llenarse los bolsillos.
Este vergonzoso escándalo ha traído en sus tentáculos también la furia de los agredidos, de los robados, de los engañados por sus gobernantes. La sociedad civil está indignada y exige condena y rápido y ejemplar castigo. Hoy, el mundo observa atento como se han unido los fiscales de las naciones afectadas para perseguir a los corruptos, sin importar su nacionalidad, su status político o su riqueza personal. Ojala, estos fiscales no se dejen amedrantar. ¡Se necesita mucho valor para enfrentar tanto poder acorralado!
Todos esperamos ver tras las rejas a los presidentes, candidatos, ministros y políticos involucrados, sin compasión ni disculpas, igual que a las corporaciones que fueron cómplices y taparon las coimas de este monstruo llamado Odebrecht.