HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Marzo de 2012

Conservadores, laicos y librepensadores

En un seminario sobre conservatismo y liberalismo, en la Universidad Sergio Arboleda, presidida por Rodrigo Noguera Calderón, expresó el doctor Alfonso López Michelsen: “Por muchas razones soy liberal. La principal por disfrutar del permanente derecho a disentir. En el liberalismo no existe el ‘delito de opinión’. Y en otro campo el nombre de conservador no tiene la sonoridad del liberal. El nombre de liberal es cálido, la sola palabra liberal caliente la sangre de las muchedumbres. En cambio el nombre conservador es austero, hace pensar en la disciplina, en la rigidez, en la jerarquía, en la majestad de un monasterio”. Yo le expresé al expresidente: No olvide Dr. López, que el primer conservador del mundo fue ese hombre gigantesco llamado Aristóteles, con su marmórea teoría del “ser y la permanencia’. Se es porque se ha sido. Todo efecto tuvo una causa y la causa siempre tiene más trascendencia que el resultado. Los revolucionarios, los que anuncian cosas nuevas, no pueden desconocer un hecho fundamental: la humanidad es solidaria en el tiempo y en el espacio. La religión que profesamos, el idioma que hablamos, las instituciones de que disfrutamos, fueron producto del esfuerzo y del sacrificio de nuestros antepasados. Ser conservador también es disentir con la corrupción, con el delito, con el error, con la anarquía, con la destrucción. ¿Y qué es lo que hay que conservar? La familia, la patria, la cultura, las instituciones. Humanística y culturalmente, todos somos liberales o, lo que es lo mismo, amigos de la libertad. No siempre la libertad es hacer todo lo que a uno le viene en gana. No existen derechos absolutos. Mi libertad termina donde empieza el derecho de mi semejante. Libertad es hacer lo que la moral permite. No existe el derecho a causar daño a otro.

El librepensador surgió a raíz de la Enciclopedia. Se inspira en el espíritu de la racionalidad e independencia respecto de la tradición, la religión, la autoridad y las verdades oficiales. A esta actitud frente a la vida se le llama enciclopedismo.

Al cambio predicado por los librepensadores, también se llega por el método evolutivo. Es un error decir que sólo ‘la violencia es la partera de la historia’. Cristo convenció al mundo de que ninguna fuerza supera a la energía del ‘amor’. Gandhi derrotó a la Gran Bretaña con la teoría de la no violencia. El comunismo ruso se desplomó sin derramar una gota de sangre.

Los laicos no son ateos. Sólo buscan divorciar al Estado de la influencia religiosa. Nadie entiende el grave error de muchísimos magistrados de la Corte Constitucional, cuando repiten sin fundamento que la Constitución del 91 es ‘laica’. ¿Cómo puede ser laica una Constitución que en su primer artículo invoca ‘la protección de Dios’? La Constitución del 91 no es confesional, ni es católica, pero es ‘teísta’.

Una Constitución que empieza invocando a Dios, supremo legislador del mundo, para que ilumine a los legisladores, no puede ser escéptica, ni agnóstica, ni atea, ni laica. El hecho de invocar a Dios crea trascendentales compromisos morales.