Los cuentos sobre el Caguán
Cumplidos diez años del rompimiento de los diálogos de paz en el Caguán, se escribieron artículos, se hicieron declaraciones, se comentó de diferentes maneras y con distintos enfoques ese episodio de la vida nacional. Los diversos puntos de vista coincidieron en un aspecto: fue un fracaso tremendo del gobierno y de las Farc.
Las declaraciones del doctor Pastrana, respetables desde luego, muy a favor del gobierno y en el interés de reivindicar sus actuaciones. También las de sus funcionarios. No es una crítica, pues “cada chuchero pondera sus agujas”. Entre los analistas me parecieron apropiadas las reflexiones del doctor Alfonso Gómez Méndez y del profesor Alejo Vargas.
En términos generales estuve de acuerdo con el proceso. Era Director del Partido Liberal y la colectividad, desde la Oposición Patriótica, le brindó solidaridad a los esfuerzos que se hacían por alcanzar la paz, así no compartiéramos todas las actividades y situaciones que se presentaban. Lo hicimos hasta el último momento. Cuando todos empezaron a escurrir el bulto, los liberales, con preocupaciones pero con lealtad, nos la seguimos jugando con la paz del doctor Pastrana. Nos sorprendió en la calle la noticia del rompimiento de los diálogos. Por cierto que el Partido nunca recibió del gobierno ningún comentario al respecto. Lo extrañamos, es la verdad.
No comparto la opinión de que el gobierno hubiera llegado al diálogo con las Farc casi obligado, por necesidad de Estado, dizque porque vivíamos una precaria situación económica, social y de orden público. Puro cuento. La iniciativa de paz del doctor Pastrana fue una propuesta electoral de última hora, próxima la fecha de la segunda vuelta, con el propósito de impactar a la opinión pública en momentos en que venía de perder la primera vuelta.
No lo digo para molestar, sino para recordar. Transcurrido el debate elogié la jugada, de la cual hablé largo y tendido con los doctores Álvaro Leyva Durán en Costa Rica y Víctor G. Ricardo en Sudáfrica.
Es cierto que lo del Caguán repercutió políticamente más tarde. Lo sentí en las venas. La opinión pública se conmovió con la declaración del doctor Uribe en Miami: “El 8 de agosto me tomaré el Caguán”. Por supuesto en la elección del 2002 incidieron otras cosas. La historia dirá si fue para bien o para mal. Hasta hace algún tiempo hubo bastante euforia por esa victoria presidencial. Puede ser que con tantas novedades de por medio la opinión haya empezado a cambiar.
También fue verdad que con la estrategia implantada se confrontó a la guerrilla y mejoró la seguridad. No sería correcto quitar méritos al gobierno del presidente Uribe. Pero tampoco le sirve al país disimular el paramilitarismo, la parapolítica, la Yidispolítica, los falsos positivos y otros episodios que maltrataron a la democracia.
Los historiadores y la Justicia tienen la palabra. Mientras se pronuncian, parémosle bolas a lo que en materia de paz empieza a ocurrir en el gobierno del doctor Santos y en las Farc de Timochenko.