JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ | El Nuevo Siglo
Martes, 20 de Marzo de 2012

CERTIDUMBRES E INQUIETUDES

“La Pepa”

El  19 de marzo España conmemoró el bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812, denominada “La Pepa”, por cuanto fue jurada y promulgada el día de San José. A los actos centrales asistieron los reyes, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la plana mayor de la Academia y por supuesto el Pleno del Tribunal Constitucional.

La de 1812 fue una Constitución llena de significado, no sólo para los españoles, que con ella -aunque sólo estuvo vigente dos años- hicieron el tránsito entre el absolutismo y su propia concepción sobre el Estado de Derecho, sino para las nacientes repúblicas hispanoamericanas, en las cuales influyó el sentido liberal que le imprimieron sus gestores. Se dijo en la Constitución, entre cuyos autores había muchos americanos, que la Nación española era la “reunión de españoles de ambos hemisferios”.

Esa Carta fue puesta en vigor en medio del asedio de las tropas francesas de Napoleón Bonaparte, quien había invadido la península ibérica, había despojado del trono a Fernando VII -al que retenía en Bayona- y había nombrado rey de España a su hermano José Bonaparte, llamado “Pepe botellas”.

El país estaba ocupado, pues, por los franceses, y desde el 24 de septiembre de 1810 fueron convocadas las Cortes, que sesionaron primero en León y luego en Cádiz y adoptaron importantes decisiones, además de aprobar la Carta Política, como la supresión de la Inquisición y de los tribunales del Santo Oficio.

La Constitución de 1812 estableció como principios básicos la declaración de la soberanía del pueblo español, la separación y el equilibrio de los poderes públicos, el principio de legalidad y la sujeción de todos -gobernantes y gobernados- a reglas obligatorias, que es lo propio del Estado de Derecho.

Infortunadamente, al regreso de Fernando VII de su cautiverio, fue abolida la Constitución de 1812 y el monarca, al ver que las colonias españolas en América se habían independizado, se propuso recuperarlas, aunque lo hizo con torpeza. A la Nueva Granada envió a Pablo Morillo, el “Pacificador”, y nombró a Juan Sámano como Virrey, autorizando que se hiciera cuanto fuera necesario para lograr la reconquista.

Merced a la estulticia del rey y a la crueldad de sus esbirros, se instaló en nuestro territorio el régimen del terror; fueron arrasadas nuestras propias constituciones, y los líderes patriotas perseguidos, torturados y fusilados. Todo lo cual precipitó la campaña libertadora.

"La Pepa": un antecedente imprescindible del constitucionalismo español y también del hispanoamericano.