Errores del pensamiento único
El mundo de la economía y de la política aparentemente se acostumbró a una única e inmutable forma de pensar. A esto muchos lo han llamado la ortodoxia y otros el “pensamiento único”, y se refiere a una misma manera de interpretar los hechos, de analizar sus causas, de anticipar las consecuencias y de hacer recomendaciones o ajustes.
A manera de ejemplo en lo económico, se presume que debe haber muy poca intervención del Estado y los particulares libremente operar sin ninguna o casi ninguna intervención del gobierno. De forma similar, en esta mentalidad siempre la inflación será un problema más complicado que el lento crecimiento de la economía y por ende cualquier política macroeconómica que pueda generar crecimiento de precios es una amenaza en potencia. Eso significa que la política social o cualquier política de intervención o con presencia activa del gobierno siempre será mal vista.
El mejor ejemplo de lo anterior es el dilema y la forma de salida al mismo, de la crisis de los países europeos. En medio de altos niveles de acumulación de deuda pública comparada con los PIB, y pérdida de la confianza de los acreedores y de los inversionistas internacionales, dichas naciones enfrentan hoy grandes dudas sobre su salida de la crisis.
Para el pensamiento único la salida más apropiada es reducir el gasto y la inversión pública lo máximo posible hasta equilibrar las finanzas públicas y por ende evitar la presión de crecientes tasas de déficit fiscal. Lo que nadie analiza de lo anterior es que esto genera el riesgo de inviabilidad de largo plazo por intentar supuestamente salvar el corto plazo o peor aún que lleva a la duda sobre si la austeridad es la mejor salida en un momento en el que no hay empleo y en el que el impacto puede ser tan profundo que ponga en duda la sostenibilidad y estabilidad política de las naciones.
Hoy ya en España, por ejemplo, se pone en duda la salida de menos gasto público o más impuestos, y el propio gobierno español esta presionando un camino distinto, y francamente, algo de verdad puede tener cuando uno encuentra teóricamente peores realidades como la del propio E.U. en materia de deuda pública y no pasa nada.
Si en lo económico esto sucede, en lo político empiezan a aparecer dudas sobre los modelos tradicionales de nuestras naciones, cuando otros, denominados capitalismos de Estado, como los de Singapur, Corea, China, Brasil, Emiratos Árabes, y similares, son exitosos. En estas naciones, con algunas divergencias del modelo democrático que conocemos y mayor intervención del Estado, logran resultados económicos y sociales significativamente superiores, que nos hacen pensar sobre un camino distinto al del “pensamiento único”.
Por eso es momento para, releyendo las últimas ediciones de The Economist, descubrir que el mundo tiene mucho para ofrecernos en el aprendizaje de ajustes al sistema capitalista, en un escenario que demostró que son necesarios los cambios.