LORENA RUBIANO FAJARDO | El Nuevo Siglo
Domingo, 1 de Abril de 2012

Elvira Vegalara de Uribe

“Hay seres que parten y dejan su huella, hay otros que parten y dejan problemas, pero todos parten y nos enseñan una lección de vida”.

Hersson Piratoba

ESCASOS  minutos tuve para departir con Elvira Vegalara de Uribe, pero fueron suficientes para conocerle su grandeza, su firmeza de espíritu y su amor por su Partido Conservador. La vi revoloteando y pendiente de todo en la campaña que para el Concejo de Bogotá adelantaba su hija María Elisa, bien puesta, atenta, sonriente, no dejaba traslucir la enfermedad que por dentro la consumía. Siempre la vi en la tarea de madre, de guía, pendiente de que todo saliera bien, con las mangas de la chaqueta por fuera, desplegando una mirada tierna, amable y delicada.

Con su partida, me puse en la tarea de indagar quién había sido esta amable señora bogotana que nos tendía su mano y nos atendía sin desmayo, quien aún después de acudir a sus tratamientos médicos batalló hasta el final de sus días por sus ideales en defensa de una patria justa y de un Partido cohesionado y firme en sus convicciones. Fue madre incomparable, muy buena amiga, muy discreta, no presumía de nada, no se quejaba, no pedía nada, trabajó intensamente en las campañas de Belisario Betancur, de los Gómez Hurtado, con su esposo Juan Pablo Uribe acudía a todas las concentraciones apoyando las candidaturas conservadoras, fue una laureanista y alvarista de raca mandaca. Personas como ella, que dejan huellas imborrables en su paso por la Tierra, no mueren jamás, sus pasos serán el rastro en el camino de la vida de sus descendientes y amigos. Doña Elvira, “Elvirita” como le decían sus amigas y allegados, derrochó calidad humana, talante, hidalguía, don de gentes, que tanto se ha perdido y nos dejó a los colombianos como legado esta casa editorial. Las nuevas generaciones tenemos en ella un faro, una guía, para continuar luchando por nuestro país, por la paz, por un desarrollo sostenible y por una patria más justa y equitativa.

Finalizo esta nota con este poema de Rodolfo Alfonso:

Madre mía, aún extraño,

tu ternura y bondad,

tu belleza y tu verdad,

y el sacrificio que has dado.

Tu paciencia y el amor

a tus hijos y a la vida,

sin que te vieras vencida

de tristeza o de dolor.

Madre mía llena de vida,

así te recordaré,

y siempre te mantendré

abierto mi corazón.

lorenarubianofajardo@hotmail.com