Los resultados de las elecciones regionales, la inconformidad popular, espontánea y reiterativa, en los estadios y en otros escenarios públicos, han influido en la consideración de los proyectos de reformas en el Congreso y parecen anunciar que los temidos “idus de marzo” asoman en el horizonte para la gobernanza de un gobierno sin brújula, pero insistente en su talante pendenciero.
Si a ello se suman el continuo crecimiento del secuestro, de la masacres, la extorsión y las asonadas, en el marco de una política de paz improvisada que se ha traducido en la angustiosa pérdida de control territorial en amplias regiones del país, favorecida por la desmoralización de la Fuerza Pública y con ceses al fuego que terminan sometiendo a las comunidades indefensas, forzoso resulta concluir que no será con los excesos verbales para con sus críticos y las instituciones como el gobierno recuperará la confianza perdida.
La incertidumbre empieza a rondar por los despachos del palacio de Nariño, después de la carta de Cesar Gaviria y de las defecciones crecientes de congresistas de la Alianza Verde moviéndose hacia la independencia, frente a un gobierno cada día más errático e insistente en acciones que nada aportan a la superación de las dificultades que se acumulan. El Defensor del Pueblo clama por gestiones efectivas para la protección de los derechos fundamentales que no se satisfacen con cambios cosméticos, como el despido de Danilo Rueda o el resistido cambio del Mindefensa, porque no se ha entendido que la necesidad de unas Fuerzas Militares y una Policía fuertes y actuantes constituye elemento imprescindible para una paz real.
No hay en el gobierno conciencia de que los discursos agresivos del presidente y sus ministros y los proyectos de reforma y de decretos anunciados afectan la inversión y la confianza que decrecen al acelerado ritmo que generan sus desacertadas iniciativas. Valga como ejemplo, la propuesta de poner fin a la Regla Fiscal para comprender el desasosiego del sector productivo y los índices de inseguridad que acompañan a los principales agentes de nuestra economía. En agosto, el Dane reportó una caída de la inversión anual del 24% y variaciones negativas en el comercio, la industria y la agricultura, que se acentuaron hasta alcanzar en noviembre un decrecimiento del PIB de -0.3%.
En Petro hay que distinguir entre sus excesos verbales, cuando ataca, y sus verdades cuando revela su pensamiento y sus propósitos, lo que no tuvo en cuenta el expresidente Gaviria en Florencia, cuando Petro le expresó que los problemas de Colombia se debían a los cambios de Gaviria con posterioridad a la Constitución del 91 y le hizo saber que su idea era regresar a las normas previas a la Constitución y en especial a aquellas que regían antes de la adopción de la ley 100 de 1993. Olvidó el expresidente que soldado avisado no muere en guerra, y hoy Petro cumple con sus expresiones florentinas. Vano será buscar convencerlo, y no serán tampoco los vergonzosos congresistas favorecidos con prebendas los que lo harán, sino la movilización ciudadana la que podrá contenerlo. Ejerzamos sin temores los legítimos derechos que nos confiere la democracia.