De lo ciudadano
A propósito de la campaña “KONY 2012”, en contra de Joseph Kony, líder de un “ejercito rebelde” en África Central, cuya difusión en la red se logró gracias al vídeo montado en YouTube por unos jóvenes norteamericanos y al respaldo de varias personalidades mundiales, es inevitable pensar que la cruda realidad del vídeo nos resulta familiar y no está tan distante para nosotros como para tener que ir hasta el África a verla.
El vídeo y la campaña , iniciativa de la ONG Invisible Children que desde San Francisco buscaba informar, concienciar y movilizar a la ciudadanía hacia la toma de acciones reales contra los abusos de Joseph Kony, líder hace 26 años de un ejército rebelde llamado el L.R.A. Sus acciones y sevicia le merecieron el primer lugar en la lista de criminales buscados por la Corte Penal Internacional, por crímenes de guerra y contra la humanidad. Las principales denuncias son reclutamiento forzado de niños y niñas para el combate, trabajos forzados, explotación sexual, mutilamiento y violencia sexual. ¿Les suena familiar?
La admirable iniciativa de jóvenes estadounidenses que se apersonaron de la causa de concienciar al mundo sobre esta situación nos produce el sinsabor de saber que llevamos mas de 50 años en un conflicto con crueldades similares o peores, que ha costado la vida a más de 70.000 personas, muchos de ellos niños inocentes, hijos de campesinos pobres. Familias desmembradas, poblaciones destruidas, mujeres violadas, niños reclutados y esclavizados, 4.5 millones de desplazados en todo el país y a pesar de ello, esa causa es indiferente a muchos colombianos.
¿Cómo acabar un conflicto si la sociedad en su conjunto no se vuelca a prevenir y condenar esas prácticas y si se mantienen en el abandono poblaciones enteras? No olvidemos el poder de la ciudadanía, el valor de cada esfuerzo individual, que en suma hace posibles los verdaderos cambios. Nuestro compromiso de todos los días debe ser la construcción de una mejor ciudadanía, sensible ante el dolor ajeno. En Colombia no puede continuar el silencio escalofriante frente al reclutamiento de menores, el trabajo sexual forzado de mujeres en manos de terroristas, ni mucho menos permitir que a quienes han realizado esas prácticas se les candidatice veladamente para toda clase de amnistías y perdones.
Gracias a la cooperación del Plan Colombia, la profesionalización de nuestros soldados, la Política de Seguridad Democrática y su Consolidación, pero en especial gracias al valor, el compromiso y la fe en la causa de nuestra fuerza pública, los violentos de Colombia cada vez son menos y el Estado de Derecho ha sobrevivido a no pocos embates.
Corresponde ahora a la sociedad civil participar más activamente y exigir el cese inmediato de acciones inhumanas, la devolución de todos los secuestrados, la información a sus familias sobre los que fallecieron en cautiverio y la terminación inmediata del minado que cada día deja cientos de campesinos y soldados mutilados. Ni el paro armado del Chocó ni los recrudecidos atentados terroristas en el Cauca constituyen un episodio más, demandan, por el contrario, el repudio de la sociedad, el desprecio por las acciones criminales e inhumanas y la exigencia de justicia para poder soñar ahí sí con la paz definitiva.
Como dijo Saramago en su Ensayo sobre la Lucidez, “como ciudadanos, todos tenemos que intervenir e involucrarnos, ya que es el ciudadano el que logra los verdaderos cambios…”. En igual sentido, en su Política para Amador Savater recuerda que vivimos en comunidad para aunar esfuerzos y lograr los objetivos que cada uno de manera individual no conseguiría y cita a Nietzsche en su reflexión de que la realización de las promesas explicitas o implícitas que los miembros de una comunidad se hacen unos a otros por el bienestar de todos, requiere el compromiso de todos.