Bogotá en Twitter
El Twitter, herramienta para comunicarse, no debería ser el portavoz de un mandatario que decidió replicar esta red social para ejercer autoridad.
Si el alcalde Petro no modula su Twitter, apacigua ánimos, escucha, concilia y acepta que la capital está sumida en caos social y administrativo, Bogotá seguirá al acecho de peligrosas y costosas revueltas populares.
Bogotá colapsó y los ciudadanos sienten la ausencia de un gerente que administre y actúe para recomponer una capital que luce desordenada, poco amable, insegura y plagada de descontento e inconformidad.
Los ciudadanos parecen más pendientes del trino de Gustavo Petro que del alcalde de Bogotá. Igual que cuando estaba en campaña.
Si no empieza su plan de Gobierno para que la ciudad muestre un mejor rostro, los bogotanos seguirán sintiendo la ausencia de un gobernante capaz de manejar los destinos de una empresa llamada Bogotá, envuelta en líos éticos, financieros, de infraestructura, de movilidad, de inseguridad y de equidad en la renta.
El Alcalde sabía en qué se metía antes de asumir las riendas de la ciudad. La comunidad reclama acciones inmediatas acertadas o no tanto, pero que den la sensación de que bueno o malo, hay autoridad.
Los funcionarios públicos no deberían salir a decir en público lo que piensan. No se pueden hacer anuncios cuando no hay nada oficial. Un alcalde no puede ir lanzando ramillete de ideas a la topa tolondra porque se expone al juicio y veredicto de los ciudadanos que no tragan entero.
Es como si el inicio del Alcalde Mayor no hubiera llegado aún. Como si la propuesta de Gobierno todavía estuviera en borrador.
No se escuchan las voces de políticos viejos ni de los delfines reclamando acciones audaces, inmediatas y objetivas para arreglar el caos urbano. Tampoco se pronuncian los gremios de la producción, convidados de piedra en esta debacle social.
La legitimidad de un mandato se mide en función de la gobernabilidad y de su capacidad de actuar, independiente de posiciones de voces discordantes o de la oposición. El Alcalde no puede seguir distraído en respuestas inocuas a sus contradictores, pues el peor de los caminos es ser protagonista en los medios sin nada que mostrar.
Bogotá está sitiada por el inconformismo y la agitación de las clases menos favorecidas. TransMilenio ha sido el centro de la discordia, pero no es lo único que enardece los ánimos. La inseguridad, la inmovilidad y el pésimo estado de calles y avenidas, también prenden alarmas.
Y mientras la ciudad reclama un gerente, sólo se pronuncian quienes ven lesionados sus intereses o pasatiempos: corridas de toros en la Santamaría o conciertos en El Campín.