Para entender el presente | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Octubre de 2021

Tratar de adentrarse por los vericuetos y resquicios del poder que hay en la historia, especialmente en la que nos ha tocado vivir, es por demás una experiencia tan fascinante como aleccionadora. Mucho más si lo hacemos en una compañía como la de Álvaro Tirado Mejía, un docto y brillante historiador de nuestros avatares.

Uno podría llegar a creer, con esa suficiencia que nos caracteriza a los bogotanos, que los temas tratados por su pluma no son secretos para nosotros, pero la verdad es que a medida que avanzamos en su lectura no son pocas las sorpresas que nos llevamos, al comprobar cuán equivocados estamos en ciertas apreciaciones y circunstancias.

La gran calidad humana de Tirado Mejía lo dota muy significativamente para tomar distancia de prejuicios, malentendidos o segundas intenciones. En esta su última obra el autor "El presente como Historia" nos muestra cuanto ha madurado su agudo juicio y la manera de evaluar ese devenir histórico. Es esta una virtud para destacar en un ambiente que por tradición y costumbre no suele hacerlo.

Leer su caleidoscópica visión de lo que fue el nadaísmo, La Guerra Fría, La Revolución Cultural China, el Frente Nacional y los procesos de paz, nos permite pasar enriquecedora revista a unas postales de acontecimientos determinantes, así como calibrar con su visor a unos personajes de la talla de Camilo Torres, Carlos Lleras, Álvaro Gómez y Gabriel García Márquez, que nos muestra otra forma muy novedosa de sacarles el máximo provecho intelectual.

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Ya en la parte más alta de éste, su periplo vital literario, nos proyecta Tirado Mejía su vida como una sucesión de grandes experiencias, como por ejemplo las que vivió como "buscador y negociador de paz". Nos cuenta cómo en "el gobierno de Belisario se reconoció el carácter de conflicto político al que se desarrollaba entre los grupos guerrilleros y el Estado. Todo esto determinó nuevos rumbos. El intento en esos momentos fracasó, pero el sendero quedó abierto y por él transitaron los gobiernos de Virgilio Barco y César Gaviria, en los que se plasmaron las conversaciones con M19, el EPL, etc y sus actores quedaron enmarcados en el sistema democrático". Valioso testimonio de cómo Belisario fue quien le abrió las puertas a la negociación, para que al final se logrará la anhelada paz.

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Es en la defensa de los Derechos Humanos, en todos los escenarios, tanto nacionales como internacionales, en donde Álvaro ha dejado más imborrable su impronta. A raíz del execrable crimen de Héctor Abad Gómez, el inmolado defensor antioqueño, fue llamado por el presidente Virgilio Barco a la Alta Consejería Presidencial del tema.

 "Acepté porque estaba convencido de que no bastaba con protestar, sino que era necesario trabajar desde el Estado por políticas públicas eficaces y oportunas". Y eso fue precisamente lo que hizo por largo tiempo.

En resumen, la política oficial en favor de los derechos humanos se hizo abierta y respetuosa y se insertó a todos los niveles y en todos los sectores. Hoy gracias a esa concientización nuestro país puede hacerle frente con mejores resultados a este tipo de violaciones.

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Un capítulo muy importante es el del secuestro de Álvaro Gómez Hurtado. "Un personaje de primera línea, siempre en defensa de sus ideas. Un hombre que tuvo el coraje de cambiar, que en su madurez y en aras de la convivencia, se negó al rencor y supo marchar al lado de sus antiguos enemigos". El autor nos recuerda como para su liberación recibió un mandato muy especial y específico del presidente Barco.

Otro notable personaje, con el cual nosotros tuvimos lazos familiares, fue Gerardo Molina "Uno de los colombianos más notables de la política y la cultura colombianas". Sobresalió como un gran pedagogo por la claridad de sus ideas y la forma brillante como las exponía. Tirado Mejía estima que Gerardo se convirtió injustamente en la "Bestia negra" de ciertas mentes, por sus ideas socialistas que no comunistas.