La vicepresidenta primera y ministra de Economía de España consiguió finalmente llegar a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones. Nadia Calviño logró los apoyos políticos necesarios a costa, eso sí, de dejarse España algunos pelos en la gatera. No es que sea una novedad cómo han ido las negociaciones. En Europa, nos guste o no, ganas un puesto al precio de perder otros y de cerrar compromisos con los países que realmente mandan. En este caso, Alemania, que no está precisamente en su mejor momento económico y político, parece que ha logrado imponer a España unas reglas para la reducción del déficit y la deuda que habrá que asumir.
Es cierto que la UE no ha conseguido cerrar aún ese acuerdo, pero sí parece que el gobierno alemán va a imponer su criterio de que los países con más del 90% del PIB de deuda pública asuman una reducción anual del 1% del PIB, es decir, unos cuantos miles de millones que el gobierno español habrá de tener en cuenta ya a la hora de elaborar los Presupuestos Generales del Estado para 2024 que, según la ministra de Hacienda, deberían estar listos en el primer trimestre del próximo año.
En todo caso, y al margen de esto, la encrucijada de Pedro Sánchez está ahora en la sustitución de Nadia Calviño. Los desencuentros con la líder de Sumar y socio del gobierno han sido constantes. Tan cierto como que ha habido que dejar ganar en muchas ocasiones a la comunista Yolanda Díaz, quien por cierto ya ha empezado a hablar de que no está dispuesta a asumir recortes en el gasto y menos en los que ya tiene pensados para su ministerio. El próximo ministro de Economía no sólo tendrá que tejer buenas relaciones con nuestros socios europeos, sino también con el socio de gobierno que ya ha empezado a proponer medidas de gasto, por ejemplo, en lo que tiene que ver con el subsidio de desempleo.
Los nombres filtrados a la prensa del sustituto son muchos. La cuestión es si será del perfil de Calviño o del gusto de Díaz. No está la economía española para muchas alegrías. La deuda pública ha aumentado exponencialmente en la era Sánchez y no parece que la fiesta de gasto pueda continuar al mismo ritmo los próximos años, más teniendo en cuenta los acuerdos a los que el presidente ha llegado para ser investido. No será fácil, aunque quizás Sánchez esté convencido de que en Europa la sangre nunca llega al río y de que la recaudación con nuevos impuestos y más cotizaciones le darán otra oportunidad.