Consumaron el degüello en la Enseñanza de nuestra lengua común, el español y ahora consuman la eliminación en todos los tramos educativos de nuestra Historia. El objetivo con este borrado en nuestra memoria de todo lo que nos une y cementa como sociedad y nación solo es uno, borrar a España.
El ataque sobre ambas se inscribe en el peor de los sectarismos ideológicos y en el adoctrinamiento doctrinario. Busca, aunque proclame lo contrario, imponer el pensamiento único, teñido de buenísimos, pero con la garra totalitaria y dictatorial asomando la oreja por todos los costados. Supone la sumisión rodillera definitiva ante los separatistas y, como más perversa consecuencia, arrumba a las nuevas generaciones a la ignorancia, el desprecio y el vacío de cualquier sentimiento de pertenencia común. Un suicidio colectivo e inducido.
A principios de año, cuando lo que ahora se convierte en hecho y agresión flagrante, escribí esto, y permitan el autoplagio, que tristemente, es obligado volver a exponer ante ustedes.
Quieren borrarnos la historia, nuestro pasado, nuestro ser y desempeño común como pueblo. Pretenden no sólo lavarnos los cerebros sino enterrarlos en cal vida. Extirpar todo conocimiento y enseñanza de dónde venimos y que hicimos. Dejarnos sin raíz, descuajados, como pavesas que ni siquiera saben ni de que árbol fueron hoja ni siquiera en que hoguera las quemaron.
Si nos dejan vacíos e ignaros de nuestra historia el acueducto de Segovia, la cripta de san Isidoro de León, los mil castillos de todas las fronteras, la catedral de Burgos, la Alhambra de Granada, el Escorial serán sólo piedras apiladas. Si se nos borra el cuándo, el cómo, el porqué y el quiénes nada podemos entender, ni disfrutar ni sentir y sentirnos. Y los que habitan en el Prado serán solo serán telas pintarrajeadas. Los nombres de las ciudades, Barcelona, la ciudad del Barca, o Mahón, por su hijo pequeño, o Cesaraugusta (Zaragoza) o Mérida, Emerita Augusta, Toledo, o de nuestros ríos Ebro, Guadalquivir o Guadiana no tendrán origen, alma ni sentido alguno.
Negarles la historia a los niños y a los jóvenes es el crimen cultural que se lleva años perpetrando y que ahora alcanza ya grado de paroxismo. Atacan nuestra legua común y universal, atacan todo lo que nos une e identifica, nuestra cultura, nuestros emblemas en piedra, en lienzo o en literatura. Porque es patria cultural nuestra pintura, nuestros monumentos, nuestras rutas, nuestros caminos, nuestra música, nuestros escritores. Porque son patria, nuestros héroes, nuestros canallas, nuestras batallas, nuestras gestas y nuestros desastres y nuestras derrotas. Eso también, amén de otros conceptos y de otros cimientos y tejados de libertades y derechos, es patria, nuestra Patria.
Privarnos de nuestra historia es dejarnos yermos no solo de conocimientos sino de emociones y sentimientos. Dejarnos el cerebro envasado al vacío y el corazón sin riego. Y luego, ya borrado todo, llenárnoslo de basura ideológica, ultraprocesada y debidamente infectada de virus doctrinarios.
Sencillamente, y desde el más estúpido presentismo, la imposición doctrinaria y la más soberbia de las ignorancia, la pretensión es borrarnos como colectivo, como cuerpo entretejido y conectado por arterias, nervios y neuronas. Borrarnos como españoles y borrar España. Prohibirnos y prohibirla.