RAFAEL GOMEZ MARTÍNEZ | El Nuevo Siglo
Miércoles, 21 de Marzo de 2012

ATALAYA

Welcome to la tierrita

En  visita todos son muy queridos, suele decirse. Pero una cosa es de visita en WDC y otra es vivir en WDC. Son dos cosas totalmente diferentes. Para vivir en WDC se necesitan por lo menos US$ 100.000 por año.

El nivel de competitividad es muy alto. Sobre todo en High School. El american dream, el sueño americano, tampoco es evidente. La forma de vida es excluyente. Los negros con los negros, los latinos con los latinos, etc. Las comunidades no se integran como tales.

La comunidad negra suele ubicarse en el sur de las ciudades, los blancos en el norte, los latinos en el centro junto con los asiáticos. Los musulmanes viven en sus comunidades totalmente aislados, al igual que los árabes quienes no pierden sus costumbres.

A los indios y a los árabes son a los que mejor les está yendo porque cuentan con un nivel de educación muy alto. Hablan un perfecto inglés y han montado un programa de educación en conjunto con las 20 universidades más importantes de EE.UU.

Llega el día D, el día del retorno, y el choque cultural comienza desde que se llega al counter de Avianca en el aeropuerto Dulles. Lo primero que le anuncian al pasajero es que el vuelo viene tarde unos 30 minutos. ¿Tiene usted alguna conexión? Y empieza el Cristo a padecer. Comenzamos a aterrizar y nos anuncian que debemos esperar unos 40 minutos, por congestión en el aeropuerto El Dorado. 70 minutos de tardanza.

El contraste de los aeropuertos es muy bravo. Por el tamaño, la altura y el desorden, sobre todo. Nos tocó esperar unos 30 minutos para que llegara el bus que nos llevaría al otro lado. 100 minutos de tardanza. Cuando llega el bus, hay trancón dentro del aeropuerto de 15 minutos. Llevo 115.

Ingresamos al túnel y es un túnel muy bajito. Como decía Álvaro Gómez Hurtado, en Colombia todo es pequeñito. Tomémonos un tintico. No tenemos mentalidad para pensar en grande.

Les traté de hacer ver a las niñas de Avianca y de Opain S.A. que lo que se está vendiendo en el aeropuerto es la imagen de nuestro país. No es cualquier cosa. Tuvimos que esperar 45 minutos para que nos llegaran las maletas. Al final contabilicé casi 400 minutos de tardanza. Es decir, que perdí en el solo regreso el equivalente de un viaje Bogotá-Nueva York.

Pareciera que en vez de estar construyendo el nuevo aeropuerto, lo estuvieran desvalijando. ¿Cómo es posible que el Presidente de Opain S.A. se gane $ 300 millones al mes para que no funcione el carrito de las maletas? No tiene ningún sentido. De nada nos sirven los TLC si la logística del aeropuerto está, como está, de mal.

Puntilla. ¿Será que a Santos le pasará algo similar al Quijote, quien quiso recobrar la memoria cuando se estaba muriendo?