Ampliar la base tributaria en un país es una fórmula muy recomendable para garantizar el desarrollo socioeconómico del mismo, pero debe ser un proceso muy estudiado y planificado.
De igual forma debe ir adecuadamente acompañado de un riguroso programa de gasto público, estableciendo debidamente las prioridades. Pero esto, infortunadamente, no es la regla matriz del acontecer colombiano.
Aquí ha sido tradicional que la imposición de tributos y cargas fiscales y parafiscales sea para "tapar huecos" y responder a las exigencias de los politiqueros de turno. Es una rapiña vergonzante y vergonzosa. Es el botín político que alimenta los estómagos de una burocracia.
Prueba de ello son los centenares de "elefantes blancos" que pululan por todo el territorio nacional y que son verdaderos monumentos a la desidia e improvisación.
Así el gasto público, en vez de estar debidamente regularizado, es una "tómbola" para los salteadores del erario público. Son muchos los ejemplos de cómo la corrupción rampante de nuestra clase política sin clase.
Una prueba del estado de degradación que padecemos es la escasez de líderes de influencia nacional. Los tiempos de grandes caudillos como lo fueron Laureano Gómez, Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán y el mismo Luis Carlos Galán, solo viven en nuestro nostálgico recuerdo. Quizás el expresidente Álvaro Uribe Vélez, sea el último de esa precaria lista, si bien su liderazgo tiene otras características y motivaciones. Es evidente que hay una gran brecha entre Laureano y el Señor del Ubérrimo.
El mismo actual gabinete es una muestra de esa mediocridad de la que venimos hablando. En otros tiempos ser ministro era un estatus que proyectaba grandeza. Hoy no sabemos ni cómo se llaman la mayoría de ellos. Cuánta falta nos hacen Álvaro Gómez Hurtado y Alfonso López Michelsen. Eran dirigentes que cuando hablaban "ponían a pensar" a sus compatriotas.
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Mucha será la pedagogía que Colombia tendrá que impartir para acabar con los castigos físicos que en muchos hogares todavía imponen ciertos padres "desadaptados". Esos castigos tratan de controlar una rebeldía infantil y juvenil que tiene su origen en el mismo mal ejemplo de los padres.
Una mayor comprensión lleva a una mejor armonía. Lo otro es un infierno que no merecen los chicos.
La falta de valores éticos y cristianos que adolece nuestra sociedad contemporánea es verdaderamente alarmante. Todo debe comenzar no solo en la escuela sino en el seno hogareño-No podremos disfrutar de una verdadera paz sin antes lograr esa valoración. Hay que terminar con eso del que "todo vale" y que el abrirse paso a codazos es lo que importa.
La inmensa mayoría estamos de acuerdo con estas premisas, pero son muy pocos la que aplican correctivos. Los medios de comunicación no hacen gran esfuerzo para corregir la situación cuando deberían ser ellos el faro moral de una cruzada en este sentido.
Adenda
Gran metida de pata la del presidente Iván Duque la de tildar de "asesino" a su colega venezolano Nicolás Maduro. Son cosas que no se dicen, así trate de seguir el mal ejemplo de Biden cuando calificó en iguales términos a Vladimin Putin.