VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Marzo de 2012

Joseph Kony

Hay un ugandés llamado Joseph Kony que se define a sí mismo como el hombre más cristiano del mundo, mide 1.80, tiene 50 años, 60 esposas, 40 hijos, 60 mil crímenes a cuestas y dos millones de desplazados por su culpa en África Central.
Inspirado por una visión teocrática del universo y un sincretismo de lujo, Kony tuvo una revelación por allá en 1986 y decidió fundar el 'Ejército de la Resistencia del Señor', una guerrilla inspirada en los Diez Mandamientos que se ha convertido en el otro paradigma mundial del secuestro, terrorismo, tráfico de drogas, reclutamiento de niños, pillaje, esclavitud, mutilaciones y canibalismo.
La guerrilla de Kony ha recibido tratamiento político por parte de los gobiernos que, presas del miedo, han entrado en diálogos de paz (no en Cuba sino en Sudán) tratando de encontrarle una salida negociada al conflicto.
Por supuesto, los diálogos han ido acompañados de liberaciones unilaterales, pomposos anuncios de terminación del secuestro y del narcotráfico, ceses del fuego, de las hostilidades, treguas bilaterales y amnistías.
Pero, hábil, como el que más, Kony ha ido de trampa en trampa consolidando su poder y obteniendo apoyo de los gobiernos del área y de organizaciones populares que se nutren de su habilidad para mantener redes ilícitas e imponer el terror.
En 2002, el Consejo de Seguridad de la ONU se ocupó parcialmente en el asunto, en 2005 la Corte Internacional de Justicia inició investigaciones en su contra, más tarde Interpol se dio a la búsqueda y en 2008 los EE.UU., visiblemente preocupados por los efectos regionales del problema, montaron una especie de Plan Colombia -la ‘Ofensiva Garamba’-, con deprimentes resultados.
Tan deprimentes como los obtenidos hasta ahora por las 100 tropas de elite enviadas por el presidente Obama hace 4 meses con el único fin de capturarlo y que estarían a punto de ser repatriadas con el rabo entre la piernas.
Pero ante semejante panorama no todo está perdido. A veces, cuando la población se postra ante el crimen y los gobiernos se amilanan, la fuerza moral de las redes sociales internacionales puede ser decisiva para retomar la iniciativa.
Es por eso que tiene sentido la campaña global de ‘Los Niños Invisibles’ y el periodista Jason Russell. Lejos de conformarse ante el crimen y contemporizar con él, millones de personas de todo el mundo están dispuestas a convertir a Joseph Kony en una celebridad mundial del terror, compartiendo el podio con Adolfo Hitler y Bin Laden.
En consecuencia, el vídeo que aparece en YouTube (‘Kony 2012’) se ha convertido en poderosa herramienta planetaria que hacía falta para que la población centroafricana no se sienta sola, los ejércitos no se retiren ni se rindan y, sobre todo, para que los presidentes no claudiquen.