Especial para El Nuevo Siglo
Por Óscar Munévar Forero
“Fuerte pelea entre hinchas del Real Cartagena y Unión Magdalena en el estadio Sierra Nevada de Santa Marta”, “Hinchas del Nacional y Medellín pelearon a machete” “Combate entre seguidores de los equipos bogotanos”, “Guerra entre hinchas del sur dejó un muerto y dos heridos”. Estos son los titulares que permanentemente estamos leyendo en los diarios cada día.
Esta fea costumbre la trajimos de Argentina, donde los seguidores de las barras bravas se enfrentaban domingo a domingo. En Inglaterra, el gobierno determinó poner presos y judicializar a quienes destruyeran o acabaran con los establecimientos, pero nosotros importamos todo lo malo de esas mañas, al punto que no hemos sido capaces de frenar a los violentos del fútbol.
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A cada rato hablan del comité de convivencia, que nos vamos a reunir con los jefes de las bandas, que los presidentes de los clubes les van a dar boletas, plata para transporte para que se porten bien, pero a esos tipos hay que llamarlos por su nombre, son unos “bárbaros” a los que no se les debiera permitir entrar a un estadio.
Ningún equipo gana porque se mataron sus seguidores, se hirieron o quedaron inválidos, solo quedan los lamentos que no conducen a nada. Nos preguntamos por qué razón la Federación de Fútbol no ha tomado una decisión seria y contundente de reseñar a quienes van a los estadios a perturbar el espectáculo y están considerados como barras bravas.
La Fifa ha condenado la actuación de las barras más bravas del mundo, como la serbia llamada Ultra Bad Boys, los húngaros con Ferencvaros, Irriducibili de Italia, la 12 de Argentina, que sigue a Boca; los Borrachos del Tablón, que son seguidores de River Plate; los Ultra Sur del Real Madrid y en Colombia las de Nacional, Medellín, Millonarios, América de Cali e Independiente Santa Fe.
De nada vale insistir en un buen comportamiento mientras la Federación no inicie una campaña de educación con estas personas que por su razón o condición aún no se han socializado y llegan los domingos o fines de semana a desfogar todo su inconformismo en un estadio.
Por este motivo muchas personas se han alejado de los campos deportivos y prefieren ver desde la comodidad de la sala de su casa a sus equipos.