Dos gobiernos paralelos en Venezuela | El Nuevo Siglo
Foto montaje El Nuevo Siglo.
Jueves, 24 de Enero de 2019
Pablo Uribe Ruan

Autoproclamándose como presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, el ingeniero de 35 años líder de la oposición, ha generado una serie de reacciones a nivel local e internacional, como el rompimiento de relaciones diplomáticas entre el gobierno chavista y Estados Unidos, anunciado por Nicolás Maduro desde el balcón del Palacio de Miraflores.

En un acto efectuado en una céntrica avenida de Caracas, Guaidó dijo: “En mi condición de presidente de la Asamblea Nacional juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional como el Presidente encargado de Venezuela” con el fin de “lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres”.

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También en la plaza pública, una semana atrás el ingeniero de 35 años había asumido “la encargaduría” de las funciones del Poder Legislativo, convirtiéndose en Presidente de la Asamblea Nacional y anunciando que desde entonces cumpliría funciones de competencia del Ejecutivo, por la “usurpación” del poder perpetrada por Maduro el pasado 10 de enero cuando asumió su segundo periodo presidencial.

Formalmente, Guaidó no se había proclamado presidente encargado -como en un momento se llegó a pensar- ya que esperaba una fecha clave para hacerlo: el 23 de enero, día de la gran movilización en contra de Maduro.

Hecho el acto formal, el Presidente encargado de Venezuela fue reconocido por Estados Unidos, Colombia y 10 países más del Grupo de Lima, además de que contó con el apoyo de algunos miembros de la Unión Europea.

 

Frenesí

A pesar del frenesí que causó la escalada de reconocimientos en Venezuela y el mundo, Maduro, unas horas más tarde, dio un discurso frente a sus seguidores que lo esperaban a las afueras del Palacio de Miraflores y sentenció que era el único presidente legítimo de Venezuela.

Liderada por el oficialista Diosdado Cabello, su cúpula se congregó en el centro de Caracas para manifestarle su apoyo y denunciar un “intento golpista” de la oposición, advertencia que el número dos del chavismo respondió con “instrucciones al PSUV para que nos organicemos y estemos en el Palacio para defenderlo”.

La confianza que suele acompañar a los sectores más fuertes del oficialismo no fue tan clara en la movilización del 23 de enero. De ahí que Cabello y otros políticos congregaran a sus seguidores en una vigilia chavista pocas veces vista.

Tras una tarde llena de anuncios,  al cierre de esta edición Nicolás Maduro permanecía en el palacio de Miraflores y Juan Guaidó seguía con sus allegados, pese a los rumores de que eventualmente sería detención.

En la mañana, previo a su autoproclamación, el Tribunal Supremo de Justicia le había ordenado al Ministerio Público (Fiscalía) que de inmediato determinara “las responsabilidades de los integrantes de la Asamblea Nacional”, por pretender “derogar la Constitución” usurpando las atribuciones del Poder Ejecutivo.

Especialmente, el TSJ -órgano al servicio del chavismo- se refirió al nombramiento “ilegal de las directivas” del embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Tarré Briceño, en reemplazo del delegado chavista.

 

Reconocimientos

La comunidad internacional, entendida como la agrupación de todos los países del mundo, hoy está divida frente a Venezuela. Es cierto que Guaidó goza del apoyo de Estados Unidos, el Grupo de Lima, OEA, el BID y algunos sectores europeos, pero no hay que desconocer que Maduro mantiene sus alianzas con China, Rusia, Turquía y otros países latinoamericanos.

Este complejo escenario tuvo lugar de manera fugaz en 2001, cuando sectores de la oposición perpetraron un golpe de Estado en contra de Hugo Chávez y proclamaron a Rafael Carmona como presidente interino. Algunos países, sin embargo, no reconocieron su legitimidad, esperando la vuelta del líder socialista, que finalmente retornó dos días después.

En condiciones diametralmente distintas, hoy Juan Guaidó es reconocido por la mayoría de la comunidad internacional y, hasta ahora, parece que tiene más vocación de permanencia de la que tuvo Carmona.

El Presidente opositor, legitimado por el grueso apoyo internacional, puede empezar a cumplir las funciones del Ejecutivo, hablando con los países amigos sobre el manejo de los bienes de Venezuela o las reservas petroleras, dos temas que ya había anunciado a lo largo de la semana en la Asamblea.

En ese sentido, se puede decir que los venezolanos cuentan en este momento con dos gobiernos que paralelamente cumplen funciones que le conciernen al poder Ejecutivo. El chavismo mantiene el monopolio de las Fuerzas Armadas y de la central petrolera Pdvsa, pero la oposición puede que empiece a tomar decisiones bilaterales que impidan que gobiernos sigan haciendo negocios con la cúpula chavista.

El mayor aliado de la dirigencia opositora, sin duda, es Estados Unidos, que además de anunciar su respaldo a Guaidó, también declaró que en los próximos días puede hacer anuncios importantes. Se espera, por un lado, que hable de la cantidad de petróleo que le compra a Venezuela y, por el otro, se refiera a los activos venezolanos en su territorio.

Como primera medida interina, el Mandatario opositor ayer dijo que “ninguna embajada tiene que irse porque el dictador no es legítimo”, dejando indirectamente sin efectos el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Maduro.

Este tipo de acciones demuestran que desde ayer Venezuela viene siendo gobernada por dos Ejecutivos, cuyas decisiones varían del país al que se dirijan. En el mundo, Libia ya había tenido dos gobiernos paralelos que conllevaron a que países como Reino Unido iniciaran un proceso de manejos financieros con el gobierno que consideraba legítimo.

El dirigente opositor tiene la ventaja de que, aparte del reconocimiento de casi una veintena de países, goza del apoyo de organismos multilaterales como el BID o un sector de la Unión Europea, que eventualmente podrían ayudarle a consolidar la intervención humanitaria que la oposición ha venido pidiendo desde hace años.

Blindado a nivel local e internacional, parece improbable que el chavismo detenga a Guaidó, quien, sin embargo, se ha convertido en una afrenta para su gobernabilidad.