El tecno-feudalismo es el siervo de la guerra | El Nuevo Siglo
ESTAMOS cada vez más dominados por el capital en la nube que produce una capacidad exorbitante para modificar nuestro comportamiento./Archivo
Viernes, 14 de Febrero de 2025
Yanis Varoufakis*

ATENAS – Occidente está en pie de guerra. El gobierno alemán trabaja en una aplicación que ayuda a la gente a localizar su búnker más cercano. En Suecia se publicó un panfleto de 32 páginas titulado Si llega la crisis o la guerra, y otro similar se ha descargado innumerables veces en Finlandia. Periódicos venerables publican escenarios de juegos de guerra en los que Rusia, con el respaldo de China, invade las islas árticas de Noruega.

En la Unión Europea, altos funcionarios sostienen que la clave para desbloquear el nivel crónicamente bajo de inversión de Europa es su industria armamentística. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla como al pasar de apoderarse de Groenlandia y del Canal de Panamá. Por si fuera poco, se avecina una tormenta sobre Taiwán, Filipinas y el Mar de China Meridional.

Trump y sus adversarios políticos discrepan en casi todo. Pero en lo que sí están de acuerdo es en que Estados Unidos está atrapado en lo que Graham Allison, de la Universidad de Harvard, llama la Trampa de Tucídides: el destino de un poder hegemónico enfrentado a una potencia emergente, China. Mientras tanto, Occidente corre el riesgo de caer en la trampa de Edipo: exacerbar una crisis con acciones destinadas a evitarla -al igual que Edipo que acabó matando a Layo, su padre, solo porque Layo tomó medidas duras destinadas a frustrar la profecía délfica de que sería asesinado por su hijo-. Cualquiera de estas trampas podría desencadenar una guerra catastrófica.

Mientras tanto, estamos cada vez más dominados por el capital en la nube -una nueva forma de capital que consiste en máquinas conectadas en red que ejecutan algoritmos a los que entrenamos para que nos conozcan lo suficiente como para alterar lo que queremos y luego vendérnoslo al margen de cualquier mercado real-.

A diferencia de los motores diésel y los robots industriales, que son medios de producción manufacturados, el capital en la nube produce una capacidad exorbitante para modificar nuestro comportamiento, otorgando un poder sin precedentes a sus propietarios -nuestros amos tecno-feudales-. Esto fortalece las trampas de Tucídides y Edipo de cuatro maneras distintas.

Refuerzo y posicionamiento

En primer lugar, especialmente cuando se le añaden capacidades de inteligencia artificial, el capital en la nube reduce el umbral para el despliegue de armas de destrucción masiva, aunque selectiva. Es mucho más barato enviar a zonas urbanas a un enjambre de microdrones, equipados con reconocimiento facial de inteligencia artificial, para eliminar objetivos predeterminados de forma autónoma que desplegar bombarderos pesados. También es más fácil para los presidentes y primeros ministros reunir la convicción moral para dar la orden. Por eso, la capitalización de una empresa de capital intensivo en la nube como Palantir ha superado a la de un gigante heredado como Lockheed Martin.

En segundo lugar, para obtener los máximos ingresos, el capital en la nube que alimenta nuestras redes sociales está optimizado para maximizar la participación, un objetivo que se consigue más fácilmente enardeciéndonos, enfadándonos e insultándonos unos a otros. El envenenamiento de los debates públicos que resulta de este modelo de negocio erosiona las instituciones democráticas que hasta ahora tenían cierta capacidad para poner freno a nuestros políticos y generales más belicosos.

En tercer lugar, el capital en la nube ha debilitado a Europa hasta el punto de que ya no puede desempeñar el papel moderador que tuvo durante la Guerra Fría. Esto se debe a que la mayor parte del capital en la nube se concentra en Estados Unidos y China. Como las altas concentraciones de capital en la nube se han convertido en un requisito previo para un poder económico y político sustancial, Europa ha caído en una relativa irrelevancia.

En cuarto lugar, en China, el capital en la nube ha generado un verdadero desafío al cuasi monopolio estadounidense del sistema internacional de pagos, que históricamente ha dado a los gobiernos de Estados Unidos la libertad de sancionar a cualquier país o persona que deseen. Esto es mucho más significativo que cualquier animosidad dentro de Estados Unidos causada por la aparición de DeepSeek, la empresa china de IA cuya oferta más reciente provocó pérdidas de 1 billón de dólares en los mercados bursátiles estadounidenses.

El principal reto de China se deriva de una profunda asimetría respecto de Estados Unidos que no tiene nada que ver con la tecnología: Wall Street trata a Silicon Valley como un potencial usurpador de sus ingresos financieros, una pugna en la que puede contar con el apoyo de la Reserva Federal. Por el contrario, el sector financiero, el banco central y las mayores empresas tecnológicas de China trabajan al unísono, dando lugar a un sistema de pagos digitales público-privado, sin fisuras y de uso gratuito que Occidente no puede igualar.

Aunque en la actualidad se asemeja a una autopista prístina de varios carriles que pocos fuera del país utilizan, el sistema de pagos chino supone una seria amenaza a largo plazo para el monopolio mundial del sistema de pagos denominado en dólares, y ofrece al gobierno chino y a sus aliados opciones que alivian el temor a las sanciones estadounidenses. En un ciclo interminable de refuerzo negativo, esa nueva confianza alimenta el afán de Estados Unidos por “ponerse duro” con China.

La guerra está en el aire más que la paz en estos días. Esto refleja no solo la prominencia de trampas estratégicas bien conocidas, sino también el auge del poder tecno-feudal, que nos está conduciendo hacia ellas.

*Exministro de Finanzas de Grecia, líder del partido MeRA25 y profesor de Economía en la Universidad de Atenas.

Project Syndicate, 2025.
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