Espejo latinoamericano en transición venezolana | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Stephany Carvajal
Sábado, 9 de Febrero de 2019
Pablo Uribe Ruan
Basta mirar unas décadas atrás para darse cuenta que en la región los regímenes autoritarios salieron del poder a través de diferentes vías. Una de ellas fueron las elecciones efectuadas en el marco de las instituciones electorales de la dictadura (Brasil, Chile). Otra, por el desgaste del gobierno, algo difícil en el caso de Maduro, quien es asesorado por los cubanos. En 1958, Venezuela ya exploró una transición. ¿Sucederá?

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EL EXPRESIDENTE de Chile, Patricio Aylwin, uno de los opositores más radicales de Augusto Pinochet, solía decir que “finalmente derrotaron” a la dictadura “dentro de su propio marco institucional”.

Esa idea, que se mantuvo firme hasta el referendo del No –que decretó la salida de Pinochet de la presidencia- ha sido ampliamente respaldada por la literatura sobre  transiciones a la democracia. Los regímenes totalitarios o autoritarios al final ceden a través de medidas que liberalizan el modelo: participación de partidos políticos, elecciones libres, creación de nuevas instituciones judiciales.

Pero Venezuela, por ahora, no parece estar ante tal escenario. El gobierno de Nicolás Maduro ha endurecido el régimen a través del fortalecimiento de las Fuerzas Armadas, la persecución de opositores y el bloqueo de la ayuda humanitaria esta semana, en medio de un desafío político planteado por el presidente interino, Juan Guaidó.

Tras casi un mes de una crisis política, que empezó con la juramentación de Maduro ante el Tribunal Supremo de Justicia como presidente legítimo, el régimen en vez de suavizar su modelo autoritario, ha buscado endurecerlo cerrando filas alrededor de la figura del Mandatario y su cúpula.

“Aquí los días en Venezuela ya se cuentan en vidas humanas (...). Del 23 al 30 (de enero) asesinaron a sangre fría, el FAES, una unidad de las Fuerzas Armadas, a 70 jóvenes”, denunció el líder opositor.

Ya no se puede hablar si quiera de chavismo como un grupo unido. Fundado por Hugo Chávez en 1998, este movimiento populista está hoy más atomizado que la misma oposición. Existen múltiples disidencias que, como confirmó una de las líderes del “chavismo originario”, Indira Urbaneja, en diálogo con este Diario, buscan que la transición a la democracia se dé “ojalá mañana”.

Mientras que Urbaneja y varios ex ministros de Chávez han propuesto un referendo o elecciones libres como posibles salidas a la crisis, la cúpula de Maduro se mantiene infranqueable en Miraflores, sin dar ningún tipo de concesiones salvo la posible anticipación de las elecciones legislativas.

¿Qué tipo de diálogo?

Esta semana que termina en Venezuela ha transcurrido entre la llegada humanitaria al centro de acopio de Cúcuta, el reconocimiento de más de 40 países a Guaidó como presidente interino y amagos de diálogo por parte de Maduro, que por ahora parecen lejanos para que se concreten.

Los rumores de una posible intervención militar de Estados Unidos, descartada el viernes en la noche por Washington, han hecho que el líder del oficialismo insista en que las Fuerzas Armadas de Venezuela están preparadas para una confrontación, la cual dijo Guaidó en entrevista con la AFP, “es un tema obviamente muy polémico, pero haciendo uso de nuestra soberanía, el ejercicio de nuestras competencias, haremos lo necesario”.

El ambiente no es el más indicado para incentivar un diálogo bilateral, por lo visto esta semana. Las partes, en este momento, están entrando en la etapa de endurecimiento de sus posiciones. Maduro parece ser capaz de llevar a Venezuela a experimentar una escases más dramática que la que enfrentó Cuba durante el “periodo de prueba”, al tanto que Guaidó insiste en que hará lo necesario -así sea autorizar una intervención militar- para sacar al chavista del poder, a pesar de que la secretaria de Asuntos del Hemisferio Occidental, Kimberly Breier, ha dicho que “no vamos a entrar por la fuerza al territorio venezolano”.

AFP

La mayoría de la dirigencia opositaría dice que con el chavismo, simplemente, no se puede negociar. Han sido más de tres veces -recientemente- en que sus delegados se han sentado con el Gobierno para lograr concesiones políticas y al final no han llegado a nada. En 2016, buscaron que el Consejo Nacional Electoral (CNE) aprobara el referendo revocatorio, que cumplía con todas las condiciones constitucionales; en  República Dominica, en 2017, hablaron sobre elecciones presidenciales libres. Ninguna de las veces se logró, al menos, un acuerdo preliminar.

El diálogo, como escribe Victoria Gaytan en El Nacional, “es y será siempre la principal herramienta en la resolución de conflictos”. Pero, “la oposición venezolana está cansada de llamados a diálogos que no hacen más que darle oxígeno a un régimen que sigue reprimiendo a quienes salen a las calles a manifestase”.

Parece que a diferencia de otras ocasiones la voluntad de diálogo tendrá que venir de la cúpula de Maduro, que ha sido señalada de romper las tratativas las últimas veces.

“Tú no notas que existan condiciones entre las partes para la discusión de una negociación”, dice en charla con EL NUEVO SIGLO Miguel Mónaco, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Católica Andrés Bello. “La verdad que cualquier cosa es una asunción. Al menos de la información que uno posee, por ahora no hay ninguna negociación”.

Es claro que la oposición ha dicho que cualquier acercamiento con la cúpula gobiernista sería “una farsa” y, por eso, sigue dispuesta a desarrollar a cabalidad los tres ejes para ponerle fin al régimen: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.

La iniciativa que agrupa a 13 países latinoamericanos y Canadá, el Grupo de Lima, ha respaldado plenamente la idea de que con Maduro no se puede negociar. Desde Washington, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, ha insistido que “el tiempo para negociar se ha acabado”.

Para resolver la crisis en Venezuela no solo existe esta iniciativa. Lanzado el jueves en Uruguay, el Grupo de Contacto ha fijado 90 días como plazo para que las partes se sienten a negociar. Ha dicho, como uno de sus objetivos, que abrirá una oficina en Caracas para buscar acercamientos entre las partes.

Este Diario conoció que el Grupo de Contacto también busca que Enrique Iglesias, expresidente del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), Bernardo Sepúlveda, excanciller mexicano y la exvicepresidenta de Costa Risa, Rebeca Grynspan, sirvan de posibles mediadores ante un eventual diálogo.

Adscrito a la posible línea oficialista, México, Uruguay y el Caricom (países del Caribe) han dicho que el posible diálogo se debe dar sin condiciones previas. A propósito de ello, Maduro anunció el viernes desde Miraflores que el comienzo de las tratativas debería empezar “con el retiro de las sanciones financieras”.

La pregunta, entonces, es: ¿Si Estados Unidos retira las sanciones financieras contra Pdvsa y sus entidades, qué estaría dispuesto el oficialismo a dar? ¿Un referendo? ¿Una elección?

Alternativas

Las elecciones son ampliamente aceptadas como la mayor expresión para indicar que la democratización ha comenzado. Esa es la meta fijada por la dirigencia opositora que busca llevar las tres facetas de su plan transicional en un periodo de 12 meses.

Lograr que se convoquen los comicios no será fácil, en particular porque las autoridades electorales han sido denunciadas por la oposición de estar al servicio del oficialismo. Nuevamente, esto se convierte en un reto para los opositores.

En Latinoamérica, como explica Fernando Henrique Cardozo y Laurence Whitehead, varios regímenes totalitarios han sido vencidos en elecciones bajo su “institucionalidad”. Ese es el caso de Chile (1991) o Brasil (1985) que, gobernados por regímenes totalitarios, vivieron una liberalización de dictaduras que llamaron a elecciones y perdieron. Al final, cedieron el poder.

La situación venezolana, sin embargo, rebasa en muchos aspectos la política comparada.  La oposición dice que el régimen sí ha citado a elecciones numerosas veces, pero ha aprovechado su posición para cometer fraude. Esto no ocurrió en los países anteriores.  No obstante en ellos las condiciones políticas parecían más extremas, ya que se trataba de regímenes totalitarios que no creían de ninguna manera en la participación electoral.

Es claro que el modelo de gobierno de Maduro no es democrático. A pesar de que invoca que es la manifestación de la democracia participativa, su manera de gobernar es abiertamente populista, porque, como dice la profesora Nadia Urbinati, “el populismo es la más devastadora corrupción de la democracia porque invalida radicalmente las instituciones representativas (en especial las elecciones y los partidos políticos)”. Eso es exactamente lo que pasa en Venezuela.

Las elecciones no han sido la única fórmula para lograr una transición a la democracia en Latinoamérica. Sin condiciones ni medidas de liberalización, el caso argentino muestra un régimen que hizo innecesaria la negociación política porque los militares tuvieron que abandonar el poder de inmediato ante un régimen insostenible. En todo caso, las fuerzas democráticas le dieron algunos incentivos como las amnistías para que el proceso se acelerara.

Juan Guaidó ha lanzado la Ley de Amnistía y Garantía como incentivo para que todos aquellos militares que se pongan del lado “del pueblo venezolano” reciban beneficios judiciales. Previamente, la Asamblea Nacional había aprobado el “Estatuto que rige la Transición a la democracia para restablecer la vigencia de la Constitución”, cuyo propósito es  “volver a la Constitución desde la propia Constitución para ofrecer un cauce ordenado y racional al inédito e inminente proceso de cambio político que ha comenzado en el país”.

Proclamado como Presidente Interino el 23 de enero, ha buscado a través de estos marcos normativos pujar una transición por diferentes vías, sea la electoral, la implosión dentro de las Fuerzas Armadas, la renuncia del régimen o la posible intervención.

Ninguno de los escenarios planteados parece de momento posicionarse como el más probable. Aunque la intervención militar parece descartable de lleno, por ahora. Entonces, queda esperar si empieza un diálogo que conlleve a elecciones o si los militares se sublevan. O, si el régimen no aguanta más. Tampoco parece ser esta última, ya que está asesorado por Cuba.