Oportunidades de la migración | El Nuevo Siglo
Foto archivo Anadolu
Domingo, 27 de Enero de 2019
Natalia Mariño*

La semana pasada se conoció que un venezolano residente en Ibarra, Ecuador, asesinó a su novia de 22 años, la cual era ecuatoriana y estaba embarazada. Este hecho generó rechazo hacia la comunidad venezolana en ese país, creando nuevos brotes de xenofobia que ya habían sido conocidos en otras partes de la región en respuesta a la ola migratoria. Los argumentos más frecuentes son el reclamo ante los altos índices de inseguridad y el miedo a que los venezolanos ocupen puestos de trabajo.

Lo que alguna vez fue

Recordar los tiempos dorados de lo que alguna vez fue Venezuela solo trae nostalgia y se reduce a un país que ha sido llevado a una inconcebible inflación de 1.000.000%, generando un éxodo estimado en 3 millones de personas.

Pero a mediados del siglo XX, la situación en Venezuela era muy diferente a la actual. Bajo la presidencia de Rómulo Betancourt, “uno de los mandatos era promover la inmigración para contribuir con el crecimiento económico. De hecho, bajo su liderazgo, Venezuela fue uno de los primeros países que oficialmente promovió la creación de la Organización Internacional para los refugiados (precursor de lo que hoy es Acnur) para ayudar a algunos europeos que buscaban nuevos horizontes luego de la devastadora Segunda Guerra Mundial”, comenta Dany Bahar en Foreign Affairs.

Esta tendencia se mantuvo y en las décadas de 1960 y 1970 con el “boom” petrolero, Venezuela fue un amplio receptor de inmigrantes latinoamericanos provenientes de Ecuador, Chile, Colombia, Argentina y Perú quienes buscaban mejores condiciones económicas o huyeron de las dictaduras. Expertos en Venezuela como Raquel Álvarez de Flores, en Revista Aldea Mundo, dicen que las olas migratorias tuvieron un efecto “integracionista” con un enfoque sociocultural y contribuyeron al desarrollo de la economía.

Lo que ahora es

La realidad actual es otra. La ola migratoria de venezolanos se ha convertido en la más grande de la historia reciente de América Latina. Los países que más migrantes han recibido, se han enfrentado a algunas dificultades para proveer un mínimo de condiciones básicas. Hechos de violencia e inseguridad perpetrados por casos aislados de algunos nacionales de ese país han endurecido las medidas migratorias ante exigencias de la población que manifiesta su desconcierto y miedo hacia los migrantes en su país.

En agosto pasado, por ejemplo, el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, tomó una medida provisional que exigía a los venezolanos portar el pasaporte. Pero ante los recientes hechos ocurridos en Ibarra, se obligaría a presentar el certificado de antecedentes penales apostillado con el fin de “no permitir el ingreso a delincuentes”, dijo Juan Sebastián Roldán, secretario de la Presidencia. No obstante, esta medida solo complicaría más el ingreso o paso de venezolanos por Ecuador, pues el Estado venezolano tarda aproximadamente dos meses en otorgar el certificado y otro mes en apostillarlo.

No hay que olvidar que “Ecuador también fue un país de emigrantes en épocas pasadas: como resultado de la crisis bancaria e institucional ocurrida a finales del siglo pasado, existieron flujos migratorios masivos desde este país entre 1999 y 2007, que involucraron a cerca de 950 mil ecuatorianos que se trasladaron a otras latitudes”, menciona Gabriela Flores en INREDH.

Por su parte, Colombia, Chile y Perú son algunos de los países que han otorgado permisos temporales a venezolanos, con el fin de poder legalizar su estatus, permitirles trabajar y acceder a servicios básicos. De acuerdo con un estudio del Banco Mundial sobre la migración venezolana, a mediano y largo plazo, la migración puede generar crecimiento económico gracias a la inversión y al consumo derivados de ella. Se estima que el crecimiento económico en Colombia se pueda acelerar un 0,2%, afirma el estudio.

Una oportunidad para aprovechar

El Informe sobre la Movilidad Humana venezolana publicado por varias organizaciones, entre ellas Migración Colombia, informó que el 59,2% de los migrantes venezolanos tienen estudios universitarios y un 87,3% tenían un empleo antes de abandonar el país. Estas cifras indican que los migrantes venezolanos son una oportunidad para los países latinoamericanos y que, al brindarles mejores condiciones, puedan continuar enviando remesas a sus familiares en Venezuela que en 2018 alcanzaron los 2.400 millones de dólares.

El diálogo entre países, la cooperación internacional, las políticas públicas internas dirigidas a abordar la migración y lograr una integración de estas personas, son claves para enfrentar tanto las emergencias humanitarias como los sentimientos de xenofobia. Venezuela, una vez promotora de la inmigración en la región, necesita el apoyo ante la salida de un gran número de sus ciudadanos casi de forma obligatoria por las condiciones internas de su país. Es claro que los retos son muy grandes y que acoger a miles de migrantes supone grandes esfuerzos para los países, pero también puede traer grandes beneficios a mediano plazo si se toman medidas en la dirección correcta.

 

Internacionalista