Venezuela: esperanza de transición política | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Voluntad Popular
Sábado, 26 de Enero de 2019
Redacción internacional
En seis días el líder opositor se convirtió en Presidente Interino recibiendo el respaldo de parte importante de la comunidad internacional. Ahora, gobierna paralelamente con Maduro y ha prometido iniciar la transición política en Venezuela

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DESDE EL “Caracazo”, no se vivía una semana así. Por primera vez en 20 años el régimen chavista, hoy liderado por Nicolás Maduro, se ve débil y, de cierta manera, acorralado. La oposición, que muchos creían vencida, logró constituir un gobierno paralelo encabezado por Juan Guaidó, que ha sido reconocido por parte importante de la comunidad internacional.

Este acto cambia radicalmente el panorama político en Venezuela. Decir algo más resulta pecaminoso, ya que el vértigo con que se han ido presentando los hechos hace que se piense que llegó el fin del chavismo, mientras que en otros momentos se ve a Nicolás Maduro infranqueable en el Palacio de Miraflores.

Lo cierto es que, por ahora, hay dos gobiernos que cumplen funciones ejecutivas, legislativas y judiciales, cuyos efectos se aplican en escenarios que dependen de sus alianzas. Para llegar a este punto, ha transcurrido una semana que, si no fuera porque hemos sido testigos de ella, pareciera una historia de Uslar Pietri, una fábula política contra la dictadura de los años 50.

Desenlace

El lunes, en un populoso barrio de Caracas, un grupo de 27 militares se sublevó contra el régimen, tomando para sí armas de una estación en Petare y atrincherándose en Cotiza, donde fueron capturados en la madrugada por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). La gente, anonadada, despertó con la noticia y con un video que le dio más energía a la oposición para salir a marchar al día siguiente. En él se veía a un mando medio renegando las órdenes de su capitán. “No me alcanza el dinero para comer”.

Una mancha blanca, compacta y efervescente invadió las calles de toda Venezuela. Se trataba de la “Gran Movilización” convocada por Juan Guaidó, un hombre de 35 años que una semana atrás había tomado las funciones del Ejecutivo por la “usurpación” del poder por parte de Nicolás Maduro el 10 de enero, día en que se posesionó para su segundo mandato.

Ante miles de personas en una céntrica avenida caraqueña, la Francisco de Miranda, Guaidó formalizó su presidencia, juramentándose. Para algunos, se autoproclamó como mandatario; para otros lo hizo conforme a los criterios constitucionales. La discusión, para opositores y chavistas dejó de tener sentido cuando horas después su mandato ya empezaba a tener el reconocimiento de Estados Unidos y del Grupo de Lima. Sí, Venezuela tenía otro Presidente.

Los chavistas, atrincherados en el centro de Caracas, no dudaron en reaccionar. Desde un balcón Maduro caricaturizó el acto del líder opositor y fustigó la decisión de Estados Unidos de reconocerlo. “Rompo relaciones” con Washington, dijo, bajo la mirada cómplice a su mano derecha del hombre más fuerte del oficialismo, Diosdado Cabello.

Mientras que los dos presidentes hablaban, la calle estaba encendida. No solo los barrios populares de Caracas repetían las escenas de 2017: llamas, carros quemados, perdigones, motos. En Táchira, Mérida y Valencia, también volvían las “guarimbas”, que se han repetido en la noche, y en algunos días, dejando un saldo de casi 30 muertos.

En funciones

Escondido todo el día hasta su aparición en un programa de la noche, Guaidó pasó el jueves planeando cada movimiento. Es que hoy Venezuela es como un tablero de ajedrez: una mala jugada puede conllevar a la derrota. Por el día, sus detractores, los chavistas, se dedicaron a mostrar su arsenal institucional.

Desde el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), mismo que acomodó a su medida, Maduro explicó con un librito azul en mano, de dónde venía su legitimidad. A cada frase cargada de una retórica repetitiva, el chavista miraba atentamente a Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa, quien unas horas antes había jurado lealtad acompañado de todo el alto mando militar venezolano.

A la oposición poco le importaban sus palabras. Era claro lo que iba decir. Los ojos, más bien, estaban puestos en la rueda de prensa del fiscal general, Tarek William Saab, de quien se había especulado iba dictar orden de captura contra el presidente Guaidó. No lo hizo.

Mientras el chavismo adulaba su institucionalidad, una andanada de países siguió con el reconocimiento del Presidente Interino. Al mismo tiempo, en Washington, se abrían las puertas de la última sesión en la Organización de Estados Americanos (OEA) a la que el delegado chavista iba a asistir. En la misma, también estaba el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo.

Este último, quien nunca había estado en la organización, denunció las violaciones de derechos humanos del régimen chavista. Luego, respiró, miró su texto y anunció que Estados Unidos le daría 20 millones de dólares a Guiadó para ayuda humanitaria, monto que Maduro, un día después, redujo a “con eso compramos trigo en un día”.

Primera aparición

Atiborrada de seguidores, Juan Guaidó reapareció en la Plaza Bolívar de Chacao, donde los líderes opositores suelen dar sus declaraciones. Por más de 30 minutos, repitió, una y otra vez, las tres consignas que definen su gobierno: cese de usurpación, transición política y elecciones libres.

El líder opositor, lejos del titubeo del que Maduro se había mofado una semana atrás, dijo: “El golpe sería si me llevan, eso es un golpe” y no dudó en sentenciar: “Pa´ falso diálogo aquí nadie se presta”. Contó, también, que tenía un consejo especializado en tramitar la ayuda humanitaria e insistió en la Ley de Amnistía, mecanismo para que los militares “se hagan del lado de la Constitución”.

En poco más de dos semanas, Juan Guaidó, un joven obligado a liderar el país tras la persecución de los dirigentes de su partido, les devolvió la esperanza de cambio a los venezolanos. Pero al frente tiene un régimen de 20 años reacio a dejar un modelo que, irrefutablemente, fracasó.