Proceso está en un punto muerto mientras que se consigue una nueva sede para la mesa, al tiempo la guerrilla mantiene su accionar terrorista. Analistas consideran que de no revertirse la situación con hechos concretos, como el silencio de las armas, es poco probable que nuevo mandatario siga dialogando
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Una de las ‘papas calientes’ que le dejaría el presidente Juan Manuel Santos a su sucesor sería la negociación con el Eln.
Al menos la intención que tienen las partes es continuar el quinto ciclo de conversaciones en una nueva sede, después de que Ecuador decidiera no seguir entre los países garantes haciendo que la mesa tuviera que irse de Quito.
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No obstante para nadie es un secreto que los avances en la agenda son mínimos, al tiempo que esta guerrilla no baja la intensidad en su accionar terrorista. ¿En esas condiciones, el nuevo inquilino de la Casa de Nariño estaría dispuesto a seguir dialogando? Expertos consultados coinciden en que solo un hecho tangible que beneficie a la población como un cese bilateral o incluso unilateral de los ‘elenos’ lo ‘obligaría’ a darle continuidad.
El director del Observatorio Constitucional de la Universidad Libre, Kenneth Burbano Villamarín, le dijo a EL NUEVO SIGLO que “lo primero a tener en cuenta por el nuevo Presidente es que la experiencia histórica demuestra que los conflictos armados en el mundo no se superan por la vía armada sino por el diálogo y la negociación. El Eln reúne todas las características exigidas por el Derecho Internacional Humanitario (DIH) para ser considerado como parte del conflicto armado. Su acción guerrillera tiene móviles políticos”.
Añadió que “por la misma razón, una de las exigencias debe ser, para avanzar con los diálogos, aplicar la normatividad humanitaria, lo que incluye el respeto por los bienes y las personas protegidas. Otro aspecto de la negociación puede ser acordar un cese bilateral del fuego”.
En tanto que el politólogo y académico Fernando Giraldo le señaló a este Diario que “creo que hay dos cosas mínimas que se debieron haber logrado: uno en términos de algo concreto que para los colombianos es importante; un cese, diría, unilateral indefinido por parte del Eln hasta el final de la negociación; y, dos, desde el punto de vista de la propia perspectiva de una evolución de la negociación debía estar ya el acuerdo en su totalidad, después de tantos años de estar intentando hablar, una agenda, una metodología, unos procedimientos y unas metas a alcanzar que demuestren que se ha avanzado, que se ha producido algo y que no simplemente han sido conversaciones estériles que no conducen a nada y que son frágiles de que se rompan en cualquier momento”.
Consideró que “es difícil que el próximo gobierno, el que sea, pueda continuar por una razón muy sencilla: lamentablemente como consecuencia de todo lo que ha pasado en el país, y esto es culpa en parte del Gobierno, en parte de las Farc como organización política, también de la sociedad, el proceso de paz que vivimos en este momento está al borde del descalabro, por lo menos la implementación. Y como lo que se había negociado era un fin del conflicto para construir la paz, pues terminamos con ese conflicto con las Farc, pero en realidad no vamos a construir la paz. Entonces eso mina las posibilidades con el Eln. No hay, digámoslo así, el mejor ejemplo mediato como para que eso anime la negociación”.
Añadió Giraldo que “pensaría que el Gobierno que llegue si continúa la negociación es por voluntad política, pero tendría toda la legitimidad para levantarse de la mesa de negociación tal como están las cosas hoy”.
Mientras que Luis Emil Sanabria Durán, Director ejecutivo de la Red de Iniciativas por la Paz (Redepaz), le dijo a este Diario que “creo que los dos componentes que en estos momentos están en la mesa, el componente de un mecanismo de participación ciudadana, ya pactado, elaborado, que convoque a la ciudadanía, y un cese el fuego bilateral, permitirían que se aclimate más el proceso y que sea muy difícil revertirlo”.
Falta tiempo
El politólogo y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional, Alejo Vargas Velásquez, le dijo a este Diario que con el actual Gobierno “el proceso no va a poder tener más de un cese bilateral y eventualmente algún avance en el punto uno de participación. Más de ahí no va a poder estar. Y eso no le va a servir a Vargas Lleras ni a Duque”.
En ese escenario Vargas consideró que lo único sería que “el Eln acepte cambiar reglas o sencillamente ahí se va a acabar” la negociación.
Mientras que Néstor Rosanía, Director del Centro de Estudios en Seguridad y Paz, le dijo a este medio que “hay dos factores fundamentales: uno que el Eln en este espacio que queda pueda concretar lo que sería un cese el fuego unilateral; a partir de ahí, llegue el que llegue, casi que tendrá que generar una política de Estado y sostener la mesa. Lo segundo es poder avanzar en términos de que el Eln también presente una mesa cohesionada por parte de ellos”.
En ese sentido, el analista recordó que la gran crítica que hay a este modelo de negociación es que “mientras que las Farc era una organización piramidal jerárquica donde se podía identificar que el Secretariado y los negociadores daban una instrucción y el resto de la guerrillerada la seguía, en el Eln se notan tres fracturas muy grandes: el frente de guerra oriental -donde está el Domingo Lain-, el frente de guerra occidental y el frente de guerra urbano. Lo que se ha visto es que no hay una cohesión de mando, el COCE entra a armonizar decisiones mas no a imponer decisiones, y eso es muy grave para una mesa de negociación”.
Por ello Rosanía consideró que el Gobierno que llegue estará “negociando con el total del Eln o solo con una parte, mientras que las alas del Catatumbo, por ejemplo, siguen en plena guerra” contra ‘Los Pelusos’.
Añadió que un tercer elemento a tener en cuenta es “la agenda de las negociaciones. El éxito de la negociación con las Farc es que existió lo que se llamó una agenda cerrada en el modelo de negociación. Eran cinco puntos delimitados, se iban generando unos plazos sobre cada uno de esos puntos. Se terminaba el punto y se hacía una socialización parcial a la opinión pública y continuaba con el siguiente. Con el Eln está pasando casi lo que sucedió en la agenda del Caguán, cuando la agenda quedó muy abierta y eran temas tan amplios que concretar el primer punto era difícil”.