Por primera vez líderes indígenas del pueblo Nukak Makú tienen la oportunidad de narrar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) cómo el conflicto armado en Colombia, las enfermedades y la discriminación que han sufrido por décadas los ha llevado al borde del exterminio como nación.
“Vengo a contarles que no tengo derecho a un lugar donde vivir. Sufrimos por veranos cuando no llueve porque no hay agua. Nos desplazaron y la tierra que nos dieron es arenosa donde no nacen nuestros cultivos”, explica Esneider Chkunide, uno de los líderes del pueblo Nukak que está en Santo Domingo, República Dominicana, exponiendo su caso.
La grave situación del pueblo Nukak es uno de los temas que se tratará en la audiencia sobre la “Situación de derechos humanos de los pueblos indígenas luego del Acuerdo de Paz en Colombia”, que se realizará este jueves en el marco del 168 periodo de sesiones de la CIDH.
La audiencia fue solicitada por 13 organizaciones entre ellas entidades colombianas como la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (Opiac), el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (Cajar) y la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes). Otro de los solicitantes fue el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil), una organización regional defensora de los derechos humanos.
La Opiac explica que las costumbres de recolección, caza y pesca de esta etnia se vieron coartadas por el desplazamiento forzado, las minas antipersonales, las amenazas de grupos armados, la expansión de la frontera agrícola y las enfermedades.
Los Nukak son el último pueblo nómada que queda en Colombia y una de las últimas culturas indígenas en ser contactadas.
La Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía (Opiac) explica que las costumbres de recolección, caza y pesca de esta etnia se vieron coartadas por el desplazamiento forzado, las minas antipersonales, las amenazas de grupos armados, la expansión de la frontera agrícola y las enfermedades.
“El conflicto armado los ha golpeado de una manera distinta a otros grupos poblacionales. El control territorial para cultivos de uso ilícito son un problema evidente en la zona, además, sufren de una discriminación estructural. Hay escenarios que deciden por y para ellos, pero no con ellos”, explica a la Agencia Anadolu Carmen Rosa Guerra, una de las abogadas de la Opiac que asesora al pueblo en la reivindicación de sus derechos.
Las amenazas de grupos armados y el minado de las selvas del departamento colombiano del Guaviare obligaron a decenas de indígenas a desplazarse hacia el municipio de San José, en el centro-sur de Colombia. El gobierno los relocalizó en 2005, en la vereda de Agua Bonita, pero los terrenos son pequeños, arenosos y no aptos para que desarrollen sus actividades ancestrales.
“La imposibilidad de moverse en su territorio guarda relación con la desnutrición que están padeciendo sus niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. Ya no pueden pescar, no pueden cultivar por falta de agua y la situación de empobrecimiento se va profundizando cada vez más”, añade Guerra.
Su cosmogonía, íntimamente ligada a la tierra, se ha visto coartada debido al desplazamiento forzado. Así lo explica Joaquín, quien con solo 30 años ejerce como uno de los líderes de la comunidad indígena que hoy vive en Agua Bonita. Él narra que las nuevas generaciones se están alejando de sus costumbres ancestrales.
“Los jóvenes han aprendido cosas de los blancos, pero no cosas útiles sino a consumir cocaína y marihuana. Como líder y como hermano yo me siento triste por ellos. Estas cosas no los ayudan a subsistir”, explica.
La subsistencia de cada uno de los Nukak es vital, ya que hoy se calcula que solo quedan entre 500 y 800 miembros de este pueblo, algo que los expertos califican de “debilidad demográfica profunda”.
La solución al desplazamiento es una sola: retornar a sus tierras. Pero eso requiere una cantidad de acciones para hacerlo posible.
“Nosotros pedimos que desminen para que podamos retornar. Además, queda el frente primero (disidencia de las Farc) que no firmó la paz y otros grupos armados. Ellos matan nuestros derechos y por eso les tenemos miedo”, afirma Esneider.
El Guaviare es una de las zonas donde la disidencia de las Farc tiene más fuerza. A eso se le suman otros grupos armados ilegales que cuidan los cultivos de coca en la zona.
También necesitan políticas públicas que tomen en cuenta sus costumbres, su dieta, su lengua y respondan a las necesidades específicas que les ha dejado la guerra.
“Esperamos que la Comisión recomiende al Estado colombiano proteger al pueblo Nukak y eso se debe traducir en proteger su tierra y garantizar su regreso al territorio ancestral”, concluye Guerra.
El caso de los Nukak ejemplifica la situación de los otros 31 pueblos que están en proceso de exterminio inminente en Colombia, con menos de 500 personas. Por eso la Opiac y otras organizaciones buscan que esta audiencia impulse la creación, junto con estos pueblos indígenas, de un mecanismo para salvaguardar la vida e integridad de estas naciones ancestrales.