![Sam Altman Sam Altman](/sites/default/files/2025-02/03%20A%20M%20PROTA%20Sam%20Altman%20feb%2011.jpg)
La Inteligencia Artificial (IA) está generando una revolución tecnológica sin precedentes. Los ritmos en que se desarrollan las aplicaciones y usos de los mecanismos de inteligencia digital regenerativa son impresionantes, a tal punto que una de las urgencias globales es la necesidad de establecer mecanismos de gobernanza y regulación de las herramientas, datos, programas y generación de contenidos e información por esta vía.
Ya varias agencias de la ONU han citado sendas cumbres al respecto. El propio secretario general del ente multilateral, António Guterres, advirtió que uno de los flancos que más preocupa es la utilización de este tipo de programas y desarrollos de algoritmos automatizados en el manejo de arsenales y órdenes de corte típicamente militar, en donde el ser humano no tenga la última y definitiva decisión.
Los propios creadores de esta tecnología, que se comenzó a masificar a partir de 2022, han admitido que es imperativo que se establezcan medidas que no solo garanticen un uso proactivo y lícito de la IA, sino que permitan un acceso más amplio y democrático a la misma, disminuyendo al máximo sus efectos adversos.
De hecho, ayer se inauguró en París una cumbre mundial sobre la IA que reúne a delegados de múltiples gobiernos −encabezados por Estados Unidos y China−, así como a expertos y las cabezas de la industria tecnológica para debatir los retos y compromisos inmediatos en la materia, más aún ahora que las grandes potencias están destinando billonarias sumas a este tipo de proyectos y usos, en una competencia geodigital sin antecedentes. No en vano están presentes el jefe de OpenAI, Sam Altman, creador del revolucionario robot conversacional ChatGPT, y el director de Google, Sundar Pichai.
Lo importante, en todo caso, es que se empiece a pasar ya de la discusión a acuerdos concretos al respecto, puesto que la IA evoluciona a velocidades trepidantes y los controles van a paso de tortuga.