Perspectiva. En El Águila, el oso de anteojos vive en paz | El Nuevo Siglo
EN LAS montañas del Valle del Cauca el oso andino o de anteojos encontró un lugar tranquilo para vivir.
AFP
Sábado, 8 de Julio de 2023
Redacción Medio Ambiente

“El oso nos salvó”, afirma Julián Pinilla, uno de los caficultores del municipio de El Águila (Valle del Cauca) que decidió hacer las paces con la emblemática especie que habita en los tres ramales de la cordillera de los Andes, recorriendo los bosques andinos y páramos, pero que, a pesar de su importancia para los ecosistemas, está en peligro de extinción.

La fragmentación y pérdida del hábitat de su área de distribución los han obligado, en muchos casos, a desplazarse a sitios habitados por los seres humanos. Esta es una de las principales amenazas, ya que los matan por destruir cultivos de maíz y por matar animales domésticos (ganado bovino y vacuno).

En bosques y páramos encuentran una gran variedad de alimentos: frutos dulces y carnosos, bromelias, palmas y, en ocasiones, proteína animal.

Justo, en las montañas empinadas del Valle el gigante andino, acorralado por la civilización, ahora convive con el hombre.

Y es que, tras años en conflicto, los caficultores cedieron parte de sus terrenos para cuidar al oso de anteojos.

Antaño los campesinos de El Águila consideraban rey al café, en un país que cultiva uno de los mejores granos del mundo y es el tercer productor después de Brasil y Vietnam.

Pero hace ocho años detuvieron la tala de bosque que le abría espacio a los sembradíos y silenciaron las escopetas con las que cazaban al que consideraban su enemigo: el único oso de Suramérica que vive en los Andes desde Argentina hasta Venezuela y lleva una suerte de antifaz blanco que le da su nombre.

Una estrategia público-privada, llamada “Conservamos la vida”, incentivó a Pinilla y otros nueve cultivadores a entregar parte de sus propiedades para que el oso viva en paz a cambio de ser beneficiarios de construcciones de sistemas de tratamiento de aguas, fosas sépticas y tecnología para el procesamiento de café.

Pinilla, de 37 años, tras insistir en que “el oso nos salvó”, cuenta que cedió 28 hectáreas de las casi 400 que sumaron en total entre los vecinos para proteger y conservar el oso de anteojos.

Desde entonces, en los bosques que bordean sus cafetales, las cámaras trampa han identificado una floreciente biodiversidad: zorros cangrejeros, agutíes, armadillos, garduñas, tigrillos, venados, pumas y hasta un bebé oso que juguetea con su madre.

“Jardinero de los bosques”

A más de 1.800 metros de altura los campesinos se abrieron paso entre bosques y conquistaron el terreno que siempre le había pertenecido al animal de pelaje negro o marrón.

En numerosas ocasiones los disparos sirvieron para espantarlos o incluso matarlos, recuerda Pinilla, cuya familia ha vivido del café por varias generaciones.

Con la nueva estrategia de cuidado todo cambió. “Ya no tenemos tanto conflicto con el tema de cacería, de la tala de bosque porque (...) han cambiado, digamos, con esa consciencia”, explica Pinilla.

El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) calculó en 2017 que en Colombia había unos 8.000 osos de anteojos y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) catalogó a la especie como “vulnerable” de extinción.

La principal amenaza de muerte es la destrucción de su hábitat natural por la actividad humana.

Gracias a los beneficios que la comunidad recibe a cambio de cuidar al oso, Pinilla y otros caficultores producen el “Café Oso Andino”.

En los empaques de su producto siempre está presente el denominado “jardinero de los bosques”, por su papel de diseminador de semillas durante los largos recorridos que realiza.

En 2016 los osos ocupaban el 52% de las 3.000 hectáreas que los campesinos han reservado para el animal en la Cordillera Occidental, en el marco de la iniciativa en la que participan otras comunidades. En 2021 el porcentaje aumentó al 76%.



Hombre vs Oso

Sin embargo, no en todas las montañas de Colombia el oso de anteojos se pasea a sus anchas ni posa para campañas publicitarias, como sucede en El Águila.

En algunos departamentos como Cauca, Arauca o Cundinamarca es víctima de la cacería, afirma Mauricio Vela-Vargas, biólogo de la fundación WCS y responsable del programa.

“Los osos van saliendo de sus ecosistemas naturales (...) y terminan en conflictos: osos andinos atacando animales domésticos, comiendo cultivos, particularmente plátano, maíz”, explica el experto.

Miles de personas visitan anualmente el páramo de Chingaza, a unos 35 km de Bogotá, con la esperanza de ver alguno de los esquivos ejemplares. Allí un equipo de la AFP capturó imágenes poco usuales de uno de estos animales caminando en medio de los páramos, los frágiles ecosistemas donde nace el 70% del agua que consumen los 50 millones de colombianos.

“Esta población no tiene mucho futuro”, lamenta Daniel Rodríguez, director de la Fundación Wii, nombre dado por los indígenas embera del norte del país al oso andino.

En ocasiones, estos mamíferos tienen que salir de su hábitat natural a buscar comida y “los matan”, argumenta el experto, que señala otros riesgos como la creciente urbanización y las carreteras que se construyen en los alrededores del parque.

El laborioso oso de anteojos protege la biodiversidad de las zonas en las que vive y sirve como especie “sombrilla” de otras que se benefician con su presencia. “Es un buen indicador del estado de conservación de los ecosistemas”, explica Carolina Jarro Fajardo, subdirectora del Sistema Nacional de Áreas Protegidas.

“Estamos conservando al oso, le estamos dejando una parte de bosque que nos está dando oxígeno a todos, no solo al oso, sino a todas las personas”, resume Pinilla.

Asimismo, dada su importancia, para proteger a esta especie amenazada y vulnerable, conocida también como oso andino, frontino, careto, enjaquimado, congo, oso de las nubes, manaba (Tunebo), mashiramo (Yuko-yukpa), wii (Embera-katio), cucumari (quechua), en las zonas donde habita se han realizado numerosas jornadas de sensibilización con la comunidad.

WWF recuerda que el único oso de Suramérica y su hábitat son los bosques andinos, desde los 1000 metros de altura hasta los páramos. Los machos miden entre 1,5 y 2 metros y pesan hasta 180 kilogramos.

“Llegan a la edad adulta entre los tres y cinco años. El tiempo de gestación del oso de anteojos dura entre seis y ocho meses, luego de los cuales la hembra pare hasta dos crías”, señala.

Añade que “el único oso de Suramérica es en gran medida vegetariano. Transita por áreas muy amplias. Un macho cubre hasta 61 kilómetros cuadrados”.

Reitera WWF que son excelentes trepadores gracias a sus garras, con las que cavan en la tierra, manipulan ramas y tallos de plantas.

“Para la conservación de la biodiversidad, el oso de anteojos funciona como especie sombrilla, es decir, su conservación beneficia la protección del páramo, de los bosques de niebla y decenas de especies que habitan en él. De estos espacios proviene gran parte del agua que consumen los colombianos”. /ENS-AFP.