América Latina es ya una de las regiones del mundo más afectadas por los impactos del cambio climático. Los fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías, las olas de calor, los ciclones tropicales y las inundaciones, han provocado decenas de muertes y graves daños en la producción de cultivos y en las infraestructuras, como subraya un reciente informe regional de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Mientras estos fenómenos han aumentado en frecuencia e intensidad, también han empujado a millones de personas a emigrar. Dado que se prevé que las temperaturas medias de la región también aumenten a un ritmo superior a la media mundial, se espera que estas crisis convergentes se agraven en las próximas décadas.
A medida que se acerca la próxima cumbre del clima de la ONU, la 27 Conferencia de las Partes (COP27) que se realizará del 6 al 18 de noviembre en el balneario egipcio de Sharm Sharm el-Sheikh, es evidente que América Latina necesita el apoyo de la comunidad mundial.
Hace tiempo la región reclama herramientas financieras que apoyen los esfuerzos multifacéticos para combatir el cambio climático, tanto a nivel local como regional, llamamientos que probablemente se harán más fuertes después de que muchos quedaran frustrados por los avances en la COP26 del año pasado.
Sin embargo, en algunos rincones de América Latina se observa un cambio de tono antes de la cumbre, con voces destacadas que piden que la región desempeñe un papel cada vez más asertivo en las negociaciones sobre el clima, y que impulse la acción climática desde casa.
Cifras impactantes
El informe de la OMM expone algunos datos alarmantes sobre los impactos de un mundo que se calienta y un clima cambiante en América Latina. Los glaciares de los Andes tropicales han perdido casi 30 % de su superficie desde la década de los 80, lo que aumenta el riesgo de escasez de agua para las poblaciones y los ecosistemas de la región, así como el riesgo de inundaciones para las comunidades próximas a ellos.
En 2021, el nivel del mar en la región, concretamente en su vertiente atlántica, también subió a un ritmo más rápido que la media mundial, aumentando las amenazas de inundaciones, contaminación del agua dulce y mareas de tempestad en las zonas costeras donde se concentra gran parte de la población.
El informe también destaca la intensificación de la megasequía en Chile, que ya ha entrado en su decimotercer año, lo que la convierte en la más larga y grave de los últimos mil años.
El empeoramiento de la tendencia a la sequía está obligando a las autoridades chilenas a mejorar urgentemente la gestión del agua, a medida que aumentan las tensiones en algunas zonas del país, y a abordar los problemas de suministro de electricidad para compensar el déficit de producción hidroeléctrica, fuente de la que Chile históricamente ha generado una parte considerable de su electricidad.
En América del Sur en general, las sequías contribuyeron a una disminución de 2,6 % en la cosecha de cereales de 2020-2021, en comparación con la temporada anterior, según informa la OMM. Las amenazas a la producción agrícola de la región -y por extensión una amenaza a su economía- fueron agravadas por las olas de calor.
Con motivo de la publicación de la primera edición del informe de la OMM sobre el “Estado del clima” en la región en 2021, el secretario general de la OMM, Petteri Taalas, había destacado que América Latina y el Caribe se encuentran “entre las regiones más afectadas por los fenómenos hidrometeorológicos extremos”, una afirmación que se ve reforzada por el informe de este año.
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Mirando a la COP27
Los países de América Latina y el Caribe representan en conjunto menos de 10% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, y la mayoría de sus contribuciones provienen del sector energético, la agricultura y el cambio de uso del suelo. Sin embargo, al estar más expuesta a fenómenos extremos y a tasas de cambio superiores a la media, la región soporta el peso de las emisiones de los grandes contaminadores.
Sin embargo, se produjo un cambio de tono entre algunos asistentes a la reciente Semana del Clima de América Latina y el Caribe, celebrada en julio en la República Dominicana. Algunos expertos aseguraron que América Latina no entraría en las próximas conversaciones sobre el clima simplemente como víctima, sino como participante activa en la dirección de la acción.
Max Puig, vicepresidente ejecutivo del Consejo Nacional para el Cambio Climático y el Mecanismo de Desarrollo Limpio de República Dominicana, destacó que América Latina y el Caribe llegarán a la COP27 con una posición firme. “Se acabó la hora de vernos como víctimas del clima. Aunque lo seamos, el tiempo de tomar el timón del barco ha comenzado”, aseguró.
“Debe quedar claro para nuestros pueblos y para el mundo que vamos en serio y que, incluso en las circunstancias más difíciles, no vamos a parar. Vamos a superar las dificultades. Este es el mensaje que América Latina y el Caribe están llevando a la COP27 en Egipto”, dijo.
Aunque se enfrenta a enormes desafíos, América Latina también ha demostrado ser un centro de soluciones innovadoras para el cambio climático.
La región tiene un gran potencial en energías renovables como la eólica, la solar y la geotérmica.
También se han producido avances en el sector del transporte, especialmente en los autobuses eléctricos en las últimas décadas, y un crecimiento incipiente en la adopción de autos eléctricos privados, con países que buscan estimular una adopción más amplia a los vehículos eléctricos.
América Latina y el Caribe también han demostrado una gran cantidad de soluciones que promueven la adaptación y la mitigación, muchas de las cuales pueden ser replicadas en otras regiones según las necesidades y los contextos. Muchas de estas soluciones se han visto en el sector agrícola, algunas derivadas de conocimientos ancestrales y prácticas históricas que promueven una mejor gestión del agua, la tierra y la energía.
Las prácticas que se enmarcan en la agricultura regenerativa están recibiendo cada vez más atención en América Latina.
La agrosilvicultura, por ejemplo, que integra los árboles en los sistemas agrícolas, puede potenciar la productividad, mejorar y aumentar la biodiversidad y contribuir a un mayor secuestro de carbono.
Mientras tanto, los ecosistemas costeros, como los manglares y las marismas, están siendo reconocidos por su potencial para mitigar el cambio climático mediante el secuestro de carbono, al tiempo que proporcionan otros beneficios.
Los bosques son también los lugares más importantes de la Tierra para el secuestro de carbono, pero se enfrentan a importantes amenazas, quizás en ningún lugar más que en América Latina, donde biomas como el Amazonas, el Cerrado y el Gran Chaco han sufrido una gran deforestación en las últimas décadas.