El sector financiero del país reclamó del Gobierno una política pública de educación financiera, con el fin de hacer llegar los servicios a más colombianos.
Según la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia, Asobancaria, insistió en que la educación financiera es vital para el desarrollo de una economía sostenible, responsable e informada.
De hecho, países con economías fuertes implementan programas que refuerzan la educación financiera de la población para generar un efecto agregado sobre el ahorro, el cual se traduce en una mayor inversión, generando así un efecto multiplicador y dinamizador sobre la economía.
Un estudio realizado por el gremio señala que el 100% de las entidades vigiladas que contestaron la Encuesta de Sostenibilidad, elaborada por Asobancaria en alianza con KPMG, cuentan con programas de educación financiera que atienden las necesidades y expectativas de la población.
En lo que respecta a cobertura y divulgación, más del 89% de las iniciativas se realizó por medios digitales y el 11 de forma presencial, lo cual se explica por la facilidad y disponibilidad de tiempo que tienen las personas a la hora de acceder desde cualquier equipo a este tipo de información. Reiteraron su llamado a que toda iniciativa en pro de la educación financiera debe articular los conceptos financieros básicos, el entendimiento de los productos y una correcta evaluación de los riesgos, pues de no ser así se corre el riesgo de tener consumidores financieros con información sesgada, incapaces de poner en una balanza todos los factores necesarios para una decisión financiera informada y acertada.
Penetración
De acuerdo con la Encuesta de Sostenibilidad de Asobancaria, en alianza con KPMG, el 92% de los afiliados afirmaron que su programa de educación financiera se ha establecido de acuerdo a las necesidades y expectativas de los segmentos poblacionales a los que se pretende llegar, de manera que los contenidos, las herramientas y el lenguaje utilizado son adecuados o adaptados para el público específico, siguiendo así lo dispuesto por la Ocde, “los programas de Educación Financiera deben ser diseñados para satisfacer las necesidades y el nivel de conocimientos financieros de su público objetivo, así como reflejar cómo su público objetivo prefiere recibir la información financiera” .
Uno de los temas básicos para acercar la banca a la sociedad son las redes sociales y la estrategia digital, en 2015 se recibieron 530.213 visitas en los portales de educación financiera de las entidades, adicionales a las 518.558 visitas que acumuló el portal gremial “Saber Más, Ser Más”. En aras de ofrecer información a la medida y adaptada a públicos específicos, el 25 % de las entidades posee portales de educación financiera exclusivos para niños, los cuales recibieron 11.933 visitas en ese mismo año.
En cuanto a redes sociales, el 50 % de las entidades aseguró realizar divulgación a través de estos medios, y reportaron que las redes más empleadas son Facebook y Twitter, mientras que redes como YouTube y Slideshare se emplean en menor medida.
El geremio señaló que desde el Gobierno Nacional, a través del Ministerio de Educación y la Comisión Intersectorial de Educación Financiera, se logre generar una política pública clara y concisa sobre esta materia que permita, entre otras cosas, involucrar desde temprana edad a la población en conceptos básicos de finanzas y economía, tal como lo recomienda la Ocde. Lo anterior no solo le daría a las personas una mayor cantidad de herramientas para comprender el funcionamiento de la economía, también y quizás más importante, sentaría las raíces de una vida económicamente más próspera, donde las decisiones financieras son tomadas de manera informada y consecuente con los objetivos individuales de crecimiento personal y económico.
En América Latina se evidencia un rezago en temas de educación financiera básica, lo cual se hace evidente en el hecho de que conceptos como inflación, tasa de interés y relación entre riesgo y rentabilidad no son entendidos por una gran proporción de la población, lo que dificulta la correcta inclusión financiera, desperdiciando así su potencial transformador en términos de reducción de la pobreza y la desigualdad.