La reforma tributaria agravará nuestra situación económica. Es cierto que Colombia en comparación con la crisis global no está tan mal, pero los problemas que ya se evidencian como el déficit fiscal, las abrumadoras vigencias futuras, la deuda pública duplicada que se verá agravada por el sector productivo deprimido y la contracción de la demanda que producirá la reforma tributaria. Fue un ejercicio triste de gravar aquellas actividades de los colombianos donde el Estado no estaba participando. No tuvo nada de estructural.
Estructural hubiera sido bajar tarifas y ampliar la base tributaria. Estructural hubiera sido crear mecanismos de control para la evasión y la elusión. Estructural hubiera sido un plan de ajuste fiscal que reduzca los exorbitantes gastos del Estado. El Centro Democrático lo propuso con la ponencia de nuestro senador Araújo. El argumento de que menores impuestos invitan a pagarlos no es una elucubración. El gobierno Santos, por ejemplo, disminuyó la tarifa de la ganancia ocasional del 30% al 10% y en la siguiente vigencia recaudo el doble.
¡Y va a cobrar el Gobierno! un IVA del 19%, mono tributos a los pequeños negocios, impuestos al internet, impuestos a la tecnología, impuestos, impuestos, impuestos… Los colombianos estarán agobiados por la inflación que sube, el desempleo, la crisis en la salud y poco dinero en el bolsillo. El Gobierno se ha convertido en un hambriento animal que consume, pero no genera bienestar en las regiones. No tiene obras para mostrar, no tiene logros en salud, ni en educación, ni en el sector agropecuario, ni en infraestructura, ni en lo social. Todo parece suspendido por la promesa de la paz.
Paz tampoco habrá. La cifras muestran que de los 5.600 guerrilleros de las Farc, unos 1.500 ya se han declarado disidentes y se quedan con 40 mil ha de coca. Eso sin contar el crecimiento de las bacrim y otras organizaciones criminales nutridas por el narcotráfico y la minería ilegal, cuyo combate descuidó este Gobierno.
Terminamos el año mal: violencia política contra todos los sectores, dineros ilegales creciendo, bandas criminales florecientes en recursos y violencia, un Gobierno corrompido y hambriento, que con la promesa de la paz no hace nada por los colombianos, una reforma tributaria contraria a la clase media.
Se supone que el país festeja la paz, inflada hasta con un Nobel, cuando son pocos los que guardan alguna ilusión. Las mayorías colombianas se sienten violentadas, burladas e irrespetadas luego de que con los artilugios y las trampas Santos sepultó la decisión democrática del plebiscito del 2 de octubre. Las mayorías que jugaron con las reglas y ganaron con el No, fueron desconocidas; no sólo por el Gobierno sino por las Cortes, que perdieron la visión de su finalidad.
Terminamos el año abrumados por la creciente corrupción, con los peores criminales celebrando que sus crímenes quedan impunes, “concentrados” en los municipios de Colombia, dedicados a beber. Salimos del 2016, también, con la fuerza que nos da el amor a Colombia; con los ánimos en alto, y el corazón vibrante porque no dejamos de esperar que en algún punto de este camino, se produzcan cambios.
Mi deseo para ustedes y para nuestra Colombia es un año de empeño, de resistencia civil, de conciencia para que despleguemos las alas de la libertad y la democracia y nos elevemos sobre todas las tormentas de este mal gobierno y sus turbiedades, para que el sol brille en los ojos de todos.