Dos grandes hombres nos dejaron en estos días, con los cuales mi familia tuvo estrechos vínculos pues fueron aliados de sus proyectos.
Mariano Ospina Hernández fue hasta el último día de su vida un apasionado por Colombia. Lo visité muchas veces en la fundación que mantiene el legado de su padre, el Presidente Ospina Pérez, y siempre tenía en sus manos y en su mente una nueva idea para avanzar en la superación de la pobreza y lograr el desarrollo del país. Siempre entusiasta escribió en mi periódico virtual y me dio ideas para abrir nuevos debates.
La unión de los tres hijos de expresidentes conservadores que tuvieron con mi padre y el doctor Enrique Gómez demostró la valía de su carácter. Demandaron a Santos por traición a la Patria, jalonaron las conciencias del Partido Conservador cuando se pervirtió en la repartición de mermelada y abandonó los principios. El doctor Marianito fue en ese trío un entusiasta de la lucha y la resistencia, su estirpe de valor y liderazgo siempre se asomó en todos sus actos.
Su muerte entristece a los conservadores de corazón, pues encarnaba él, todas las virtudes de los Ospina y el tesón que heredó de su madre Doña Berta. Que su meteórica perviva para inspirar a los colombianos jóvenes como símbolo de la lucha pacífica, argumentará y serena; pero resistente, aguerrida y siempre inspirada en el bien superior para los colombianos.
Y si exalto a este luchador político, tengo también que resaltar al Doctor Francisco Pizano; uno de los más cercanos amigos de mi abuelo Mario Laserna. Pacho supo desde muy joven apreciar las peculiaridades de Mario desde el colegio, aunque era tres años menor. Pizano tuvo con él la más entrañable amistad y fue su aliado en muchas de sus causas, en especial la mayor de ellas, la fundación de la Universidad de los Andes.
Pizano de Brigard hizo parte del grupo de jóvenes que liderados Laserna lograron no solo fundar la universidad sino hacerla la mejor del país. Fue profesor, y se destacó como decano de facultades como Arquitectura y Artes y Ciencias, rector y miembro del Consejo Superior y de su Comité Directivo. Desde ahí siempre defendió la tarea de educar y formar, en sus palabras: “Ni la eficiencia de la universidad productora de graduandos, ni los niveles académicos pueden mejorar sino con un ataque a fondo sobre ese problema de la orientación del propósito mismo de la educación, que es un proceso doble de instrucción y educación. La universidad moderna infortunadamente ha abandonado la tarea de educar, y solamente se propone instruir.” Así lo dijo en una entrevista que dio cuando se celebraban los primeros 20 años de la universidad.
Agregó unos diagnósticos sobre la educación secundaria en Colombia que hoy, 50 años después, siguen siendo tristemente actuales. Se quejaba de la falta de capacidad de escritura y las deficiencias de lectura e capacidades de investigación de nuestros bachilleres, que hoy siguen con las mismas fallas.
En Colombia siempre nos harán falta hombres grandes y visionarios, que desde su rotura de acción transforman lo que tocan. Crean, construyen y tiene siempre por encima de sus intereses, el interés de Colombia.