La canciller alemana Ángela Merkel al frenar a Estados Unidos en la última reunión del G-7, se perfiló como líder Europea. Y será reelecta. Generó un acercamiento estratégico con Francia, y comercial con la India y alianzas con China en defensa de la ecología mundial, frente a los intereses que privilegian recursos fósiles como base de la energía mundial.
Mientras Alemania y Francia relegan a Inglaterra a convertirse en apéndice de Washington, auto condenada como está, a negociar al menudeo cupos comerciales que tenía al por mayor, cuando era parte de la Unión Europea. Y China llena el influjo declinante de USA en el océano Pacífico.
Trump no renovará la cláusula de defensa mutua con sus aliados, apoyando así a Rusia en su expansión occidental. No siente que Rusia es aún un enemigo. Mientras a su turno Rusia negocia ventas masivas de gas a China para no aislarse. Y se consolida en Siria.
Francia recién supera a Inglaterra como potencia marítima, lo que no ocurría desde el siglo XVIII. Y ahora con su victoria electoral del Sí, ha demostrado de nuevo y otra vez, el mayor grado de sofisticación de sus votantes en agudo contraste con los televidentes anglos del Brexit, o con los espectadores de los “reality shows” gringos. Cuyo odio racial de adictos televidentes es como el de un furor de ovejas soñando. El grosero maltrato de Trump a Europa y al Papa, que es un científico de profesión químico, en contraste con la camaradería con emires autócratas a los que aprovisiona de armamento, no pasa desapercibido.
Si Francia demuestra una mayor inteligencia política, Alemania ha sembrado nueve millones de árboles para que el Sahara no se devore África, y su meta es sembrar cien millones en tres años. Ella valora como un regalo a los emigrantes que las inteligentes bombas norteamericanas expulsan de sus países de origen y cuyo sino es tener el codiciado petróleo.
Por esa justicia poética de la historia, los anglosajones que bombardearon a China por no comprarles opio en el siglo XIX, tienen de retoño espiritual a una potencia mundial que es el motor de las adicciones, y consume la mitad de todos los alucinógenos del mundo. Su lucha con el terrorismo tiene además el agridulce sabor de haber sido generado por Washington en la gran mayoría de los casos. En un momento o en otro, los servicios secretos y el Pentágono han apoyado con armas, dinero y con opinión a los grupos que ahora persiguen.