El café no sólo es el negocio que sostiene a más de 500 mil familias en Colombia, es también un símbolo de un país próspero, de propietarios laboriosos y de calidad internacional en lo que hacemos. Por eso debe ser uno de los renglones prioritarios en nuestra economía y merece todo el respaldo.
Radiqué ante el Congreso un proyecto de ley para crear un marco normativo que permita avanzar en la formalización de los productores de café y de los recolectores. El salario mínimo y el sistema de seguridad social resulta demasiado costoso para este negocio, y por eso el sistema es totalmente informal. No existe la capacidad económica y la informalidad total aleja las posibilidades de créditos y hace que las cuentas nunca sean claras. Queremos un sistema que apunte a un paso intermedio, un principio de formalidad. Que reconozca la independencia de los recolectores y les permita ser como son, móviles y con capacidad de cambiar de un cultivo a otro sin trámites. Al mismo tiempo, necesitamos consolidar algún tipo de beneficio periódico para la vejez de pequeños cafeteros pobres y los recolectores. Así que proponemos que puedan mantenerse en el Sisbén, ahorren pensiones en BEPs y tengan un micro seguro para los riesgos profesionales.
Para financiar los BEPs proponemos la creación de un sello social para que los vendedores de productos con café: tintos, café empacado, licores de café le ofrezcan al consumidor final la posibilidad de donar el 10% de la compra con destino a "Quiero a los cafeteros" y ayudar a financiar las pensiones de los cafeteros más pobres. Creo que seremos muchos los colombianos que con entusiasmos contribuiremos. Además abrimos la posibilidad de que algún segmento de la contribución cafetera también se destine a este propósito.
También presentamos algunas medidas para mejorar el consumo interno introduciendo a la dieta escolar el café con leche y privilegiando en las compras estatales los cafés locales.
Son tres asuntos cruciales para avanzar en un mercado del café más formal, y por lo tanto más trasparente con opciones más claras de crédito y de seguridad social para las familias cafeteras. Nos falta, sin embargo, un esfuerzo para mejorar la productividad. Requerimos mucha investigación y transferencia tecnológica que mejoren significativamente los rendimientos por hectárea. Es necesario también otro esfuerzo en ciencia y tecnología que innove y genere valor agregado al café. No podemos seguir vendiendo café en costales, e innovar no es sólo tostar y empacar con etiquetas. Tenemos que desarrollar las denominaciones de origen. Estas nos permitirán que cada región y sus autoridades políticas y administrativas puedan aportar en el desarrollo regional con el negocio del café. También necesitamos ciencia y tecnología que nos permitan innovación en nuevos productos. Hay que entender el negocio del café como una gran cadena, que inicia en la finca pero debe surtir muchos procesos en Colombia antes de cruzar las fronteras, para que el valor, el verdadero valor del café se quede entre los colombianos. Este es un producto emblemático de nuestro país y debe ser entendido y tratado como tal; si a los cafeteros les va bien, a Colombia le va bien.