A cinco décadas de haber sido creado el Movimiento 19 de Abril y a dos años de ser gobernada Colombia por uno de sus exintegrantes, es necesario reconocer lo siguiente: el país sigue secuestrado por el M-19. La experticia que los integrantes de “el eme” llegaron a adquirir en la práctica del secuestro fue tal, que aún después de desmovilizados en 1990 siguen haciendo política bajo el lenguaje del chantaje y la extorsión.
Así lo hizo entender el mismo Petro ad portas de la segunda vuelta presidencial de 2022 cuando en una entrevista a Noticias RCN llega a confesar que para ganar en segunda vuelta apelaría “Más o menos hacer lo mismo que hacía hace unos 20 o 30 años…Ya veremos, ya lo verás…”. Y así lo hemos visto y lo seguiremos viendo, especialmente con su reciente pretensión de hacer una constituyente a como dé lugar y bajo cualquier excusa.
La narrativa de Petro se mueve entre la petición de principio, el insulto abierto, la mentira descarada, la propaganda subversiva, los anuncios precipitados, el reclamo bajo presión, la profecía autocumplida, y en general, todo el glosario propio de los artífices del “gran Sancocho Nacional”, la famosa propuesta de Jaime Bateman, primer comandante del M-19 y quien confesaba la necesidad de realizar “pocos secuestros, pero rendidores” (citado en la página 141 del libro “No matarás” publicado por la Comisión de la Verdad en 2022 y disponible libremente en la web. Así han sido los militantes de “el meme” (perdón, “el eme”): desparpajados al hablar, cínicos al actuar. Y, sin embargo, eso no le ha quitado coherencia al proyecto revolucionario del M-19: la propuesta de una constituyente de hecho deja entrever que personas como Petro siguen fieles a trastocar la institucionalidad del país aún incluso siendo uno de los principales llamados a defenderla como es el caso de él en su calidad de presidente de la República.
Un atrevimiento como el de agitar una constituyente y empeñarse en ella es propio de los afanes de un secuestrador, como el M-19 pudo probar cuando lo hizo por dinero o para forzar decisiones políticas o ambas. Así lo demostró al secuestrar a Álvaro Gómez Hurtado por dos meses y de esa manera presionar en favor de un “dialogo nacional” que a larga desembocaría en la constituyente de 1991: así mismo lo quiere hacer el comandante Aureliano (verdad: el presidente Petro…) por los dos años que le quedan de gobierno para forzarnos de nuevo a una constituyente. Y es que dicho anuncio de constituyente nos mantiene en una incertidumbre incomoda (como en un secuestro) sobre su modalidad de convocatoria, así como la angustia que genera el saber quiénes la compondrían nos mantiene en vilo (como en un secuestro).
Ahora bien, fórmulas para liberarse del secuestro del M-19 ya se han ensayado: desde estatutos de seguridad hasta llamados a “defender la democracia, maestro”, e incluso una constituyente misma, por lo que a la hora de saber defender nuestra libertad los colombianos sabremos innovar al respecto. Por ahora es un avance reconocer que seguimos presos de un relato que, al apelar a la lógica del mito y la utopía, se desentiende de toda realidad; de que el comandante Aureliano gobierna este país como si fuera Macondo y someternos así a cien años de soledad.
Afortunadamente el país he venido tomando conciencia del secuestro al que está sometido, como se ha venido manifestando en multitudinarias protestas contra el gobierno actual. Esperemos que este secuestro no se prolongue por otros dos años: Colombia no lo aguanta y tampoco lo merece.