“Oposición opta por más polarización”
El presidente Duque recibió un país descuadernado, un Estado amenazado, y un gobierno desfinanciado. Su elección se produjo en un escenario altamente polarizado signado por claras diferencias ideológicas. La mayoría que aseguró la victoria respondió al propósito de contener al socialismo del siglo XXI que encarnó su rival, y a la urgente necesidad de erradicar la corrupción, recuperar la seguridad, propiciar la presencia de las instituciones en todo el territorio nacional, modernizar la estructura y funcionamiento del Estado y promover la participación de la mujer y de una nueva generación en los cargos de dirección del gobierno. Constituyó una atractiva invitación al dialogo y a la concertación para construir una política de unidad nacional que responda a la voluntad expresada por la ciudadanía y permita la participación de amplios sectores de la vida nacional.
Dos meses después de la posesión del Presidente la oposición ha optado por radicalizar la polarización con la torva intención de trasladar al nuevo gobierno los errores, omisiones y desaciertos de la administración anterior. Hoy se apresta a incitar la movilización de muchos de los sectores golpeados, olvidados o burlados en sus aspiraciones y requerimientos, o desatendidos en sus problemas y angustias por el gobierno elitista y derrochón del presidente Santos. Quieren sembrar inseguridad y violencia a lo largo del territorio nacional para afectar la libre circulación de bienes y personas que paralice la economía y desafíe la capacidad del gobierno para mantener el orden público en toda la nación. Sus intenciones apuntan a la afectación de la gobernabilidad y a conquistar réditos electorales en vista de los comicios de octubre de 2019 que avizorarían la antesala de su acceso al poder. Ya se anuncian marchas de cocaleros, campesinos, maestros, indígenas, que se acompañarán de debates en el Congreso y del cubrimiento de medios de comunicación más sedientos de transmitir espectáculos que verdades. Es la estrategia de la confrontación para acariciar el caos, sin importar sus efectos. El gobierno no tendrá descanso. Su gobernabilidad es y será el blanco preferido de sus opositores.
El pulso electoral de octubre del año entrante determinará el futuro del gobierno y de país. El Presidente debe hacer uso de sus fortalezas que se desprenden de la aplicación de sus políticas y programas, y de unidad para lograr su aprobación. El país le agradecerá la depuración de las costumbres políticas, la modernización del Estado y la recuperación de la seguridad. La ejecución acertada de las principales reformas despejará el horizonte de su mandato. Para ello, requiere primero compactar las fuerzas que lo eligieron y atraer las que se identificarán con su gestión. Lo contrario sería someterse el encanto perverso de engañosos cantos de sirena.