Con su música a otro barrio | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Mayo de 2022

El pasado mes de abril murió el baterista Taylor Hawkins. Si no lo escucho por una radio rockera y explican que formaba parte del grupo Foo Fighters, y que además había muerto en Bogotá, pues no le habría hecho mucho caso. Entonces, de sapo (entrometido, para quienes desconozcan parte de la zoología humana de Colombia) me puse a buscar artistas de la música o la canción fallecidos recientemente, y para no ir tan lejos, averigüé los fallecimientos a partir de estos locos años veinte. Se han ido decenas en todo el mundo y que, claro, a muchos no los conozco, y digo muchos porque son más bien pocas. Con la certeza de que las selecciones son caprichosas pero ineludibles, escogí una docena, algunos que me conmovieron, impresionaron o simplemente se colaron a punta de repeticiones o a falta de medios mejores. Vamos en orden alfabético como en el colegio.

Aute Luis Eduardo. Un tipo que hizo de casi todo en las artes y aunque sólo hubiera compuesto "Al alba", habría sobrado para recordarle.

Bejerano Ana. Integrante de Mocedades, llegada al grupo después de que dejáramos de verlo a cada dos por tres en los dos únicos canales de TV. Por lo tanto, no la culpo de nada.

Corea Chick. Lo conocí por la radio en mis tardes de ocio universitario. Gran teclista de jazz fusión, lo que le dio permiso hasta de colaborar con Paco, el hijo de Lucía.

Donés Pau. Barcelonés líder del grupo Jarabe de Palo. Su primera canción “La Flaca” y la última “Eso que tú me das” son suficientes para tenerlo en buen puesto.

Gareña Mario. Intérprete y compositor transmitido por contagio en telemusicales y lo más destacable, con una sola canción: “Yo me llamo cumbia”.

Manzanero Armando. Este mancito mexicano es uno de los grandes de todas las eras; muy televisivo también y culpable de serenatas juveniles memorables.

Morricone Ennio. Supe primero sus temas que su nombre, así como cuando un cowboy preguntaba después de disparar. Baste decir que compuso la música de El bueno, el malo y el feo, entre centenares.

Oñate Jorge. Representante del cantar vallenato, soportable después de muchos aguardientes. Llamado El Jilguero de América, especie que no anida en este continente, pero debe sentirse muy honrada.

Richard Little. Uno de los músicos más influyentes de la música popular del siglo XX. Si hubiera tenido la piel más clara, tal vez lo habrían bautizado el rey del rock and roll.

Rogers Kenny. Este sí lo conocí por sus discos, además de su barba, su peinado y sus canas prematuras. No puedo negar que me gustaba su voz tejana, pero desapareció así como llegó, de pronto.

Van Halen Eddie. Neerlandés de la tribu del Heavy metal, virtuoso del alarido y las cuerdas. Quien no lo conozca, puede comprobarlo en su solo de guitarra “Eruption”.

Watts Charlie. Baterista de The Rolling Stones, el único de la lista que conocí en directo; siempre allá atrás, solo, sonriendo serio, dándole a los palitos y guiando a una banda de inmortales.

No importa cuántos años contaban ni qué se los llevó, lo relevante es que, aunque queden sus sonidos, dejan una tronera en mucha gente. Y viendo que la música de ahora es menos memorable (o que soy más viejo) dan ganas de acumular vicios y deslices y reservar tiquetes para ir más de un show, porque es innegable que cada vez viven mejores músicos en el otro barrio.

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